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Las residencias del futuro. Empezar a pensar

Por Josep de Martí
viernes 30 de abril de 2021, 11:32h
Josep de Martí, director de Inforesidencias.com
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Josep de Martí, director de Inforesidencias.com (Foto: Dependencia.info)

La pandemia ha hecho cambiar muchas cosas en el mundo de las residencias de personas mayores durante un año y pico. La pregunta es si esos cambios van a generar cambios más profundos a largo plazo.

Para cualquier gobierno, la perspectiva de una población que envejece es un problema importante que requiere pensamiento creativo. Aunque haya sido un golpe humanamente muy duro en el sector geroasistencial, especialmente durante la primera mitad de 2020, la pandemia no supone un cambio en la situación y tendencia demográfica en España, la población mayor sigue siendo de alrededor del 20%, y en unos años alcanzará el 33%. O sea que, al pensar cómo deben ser las residencias a partir de ahora, la idea de una nueva pandemia sólo debería ocupar una parte de nuestras preocupaciones. Lo primordial sería considerar cómo deben ser las residencias que necesitará el 5% de la población mayor.

Empezando por algo externo a las propias residencias de mayores, deberíamos considerar cómo se ubican en la comunidad a la que sirven. Pensando en cómo debe desarrollarse el planeamiento urbanístico habría que intentar que las nuevas residencias estén en el corazón de nuestros pueblos y ciudades, reservándose espacio para ellas en cualquier plan. Residencias con una buena conexión con el entorno, incluidos el transporte, las tiendas y el entretenimiento, o sea, residencias concebidas como lugares de los que también se sale. Esto es particularmente necesario si pensamos en el creciente número de personas que viven con demencia donde la familiaridad con el entorno disminuye la confusión y la integración social.

En un viaje geroasistencial de Inforesidencias a Dinamarca vimos una residencia tan integrada en la comunidad que todas las tiendas del entorno estaban preparadas por si algún residente con demencia salía del centro sin supervisión y entraba en un comercio. Sabían perfectamente que no debían enfrentarse o confundirlo sino, sencillamente llamar a la residencia y dejarlo tranquilo. La idea, nos decían, era que los residentes con deterioro cognitivo no tuviesen que estar siempre en la residencia con una supervisión estrecha.

Es aconsejable que las residencias tengan un aspecto acogedor, siguiendo un estilo lo más doméstico posible. Pero, como hemos visto en casi todos los países que hemos visitado, “doméstico” no tiene sólo que ver con mobiliario y decoración. Comporta que la “dimensión vital” sea también doméstica, o sea, que una persona conviva con un grupo reducido de personas. Eso quiere decir que las residencias se convierten en comunidades. En ellas, la habitación es el equivalente de la casa de la persona; la unidad de convivencia es el barrio y la residencia el pueblo en el que vives. Las actividades tienen lugar en un sitio o en otro, según conveniencia.

En Toulouse (Francia) visité una residencia que tenía en el jardín, en un edificio separado, un “centro de día” para los usuarios que vivían con demencia. La idea era que cada mañana, después del desayuno y el aseo, los residentes se preparaban para “ir al club”. Se vestían, se ponían una bufanda y un abrigo si hacía frío y salían por un camino trazado sobre el jardín que daba algunos rodeos antes de llegar al centro. Después de pasar unas horas en el centro de día, volvían andando a “su casa”. Nos comentaron que esta idea de rutina, de salir al exterior cada día, de hacer ejercicio al ir andando (a veces con un paraguas bajo la lluvia), era muy beneficiosa para las personas. Esa idea de comunidad, que en Holanda se ha llevado al extremo en Hoyeweck, donde hicieron el primer “pueblo de demencia”, ha inspirado a residencias en todo el mundo dejando un amplio campo para experimentar.

Como muestra de que cada vez hay más personas mayores y éstas son cada vez más diversas, hay que considerar también que para algunos la idea de “vivir en casa” no es lo más acorde con sus preferencias. En Estados Unidos hay cadenas de residencias que se esfuerzan más por dar una imagen y sensación de hotel de lujo, en otros países he visto centros que se esfuerzan por parecerse más a un hospital. Si algo que nos queda de la pandemia es que exista un segmento de demanda de residencias que valoren sobre todo “lo sanitario”, pueden existir perfectamente unas residencias que prefieran dar esa imagen con más batas blancas y habitaciones con tomas visibles de oxígeno y vacío. No pasa nada, cuando fomentas la creatividad surgen iniciativas para satisfacer diferentes tipos de demanda.

Es importante que las residencias sean reconocibles y fáciles de transitar para los residentes, además de atender sus necesidades de atención. Después de todo, una vez ingresas, se convierten en tu hogar. Durante años, el diseño dominante de residencias consistía en un punto intermedio entre hotel y hospital, cada uno con su dormitorio individual o doble y compartiendo grandes salas de estar y comedores comunes.

Tender a un diseño de residencia basado en el concepto de unidad de convivencia encarece de forma importante la construcción de la residencia. Para empezar, en ese modelo hay más dormitorios individuales y todos deben tener su servicio higiénico completo. La existencia de más espacios de convivencia pequeños repartidos por la residencia, dotados además de pequeñas cocinas, supone un incremento adicional de costes de construcción y mantenimiento. Una vez en funcionamiento, también se incrementa la necesidad de personal de atención. Todo ello repercute sin duda en una mejor atención, pero si no consideramos que esa mejora supone también un mayor coste podemos encontrarnos con que, a pesar de esa realidad sigamos teniendo las residencias de ahora porque no podemos permitirnos (individualmente o como sociedad) la versión mejorada.

Si superamos la barrera económica vemos que la descomposición del edificio grande en "unidades de convivencia" más pequeñas podría proporcionar más oportunidades de diseño arquitectónico. Incluso considerar el porqué todas las unidades tienen que estar agrupadas en un único edificio y no se reparten entre varios inmuebles cercanos. En Estados Unidos y en Suiza hemos visto unidades de entre 8 y 15 personas en lo que aparentemente son casas unifamiliares independientes e incluso en pisos. A veces esas casas se construyen cerca unas de otras creando “pueblecitos”. En el caso de Suiza dos unidades ocupaban en prime piso de un edificio de vecinos

En su interior, las unidades de convivencia requieren el nivel de sensibilidad que aplicaríamos a nuestras propias casas. Esta idea viene respaldada por la investigación sobre el diseño para la demencia y demuestra los beneficios de una consideración cuidadosa de muchos factores, incluido el uso del color, la luz, los estímulos controlados, la búsqueda de caminos, el tamaño y las relaciones de los espacios. Casi siempre se requiere espacio adicional, más allá del mínimo especificado en las normativas de residencias para permitir a los residentes más espacio para sus pertenencias con el fin de brindarles familiaridad y un espacio que sea reconocible como propio. De nuevo hablamos de un coste mayor respecto al sistema tradicional.

En los treinta viajes de Inforesidencias hemos visto residencias en varios países que han centrado su esfuerzo en adecuar el entorno a las personas con demencia fomentando que se muevan con el máximo de libertad por la residencia intentando darles referencias visuales para que puedan orientarse usando la capacidad que les resta a pesar de su deterioro cognitivo. Las ratios de personal en esas residencias casi siempre están alrededor de 1 (o sea, un empleado a jornada completa por cada residente), cuando en España actualmente estamos en la mitad de esa cifra.

Esta es sólo una pequeña reflexión. Pido perdón porque al releerla veo que me ha quedado un poco espesa. El mensaje principal que quiero lanzar es que, cuando nuestros gobernantes pongan en marcha la máquina de hacer decretos intenten alejarse un poco y ver las cosas en perspectiva. No hay que hacer cambios de normativas con la idea principal de poder sectorizar fácilmente las residencia o establecer “recorridos seguros”. Hay que hacerlo pensando si eso que estamos diseñando sería un lugar donde nosotros quisiéramos vivir si estuviésemos dentro del 5% de las personas mayores con más necesidades (las únicas que al final acaban necesitando una residencia) y si, como sociedad estamos dispuestos a aceptar que la mejora comportará necesariamente dedicar más recursos públicos y privados a esta cuestión.

A ver qué pasa.

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