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¿Estamos haciendo lo correcto?

Por Josep de Martí
jueves 03 de diciembre de 2020, 20:48h
Josep de Martí
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Josep de Martí (Foto: Inforesidencias.com)

Desde que lo que en principio conocimos como “Virus de Wuhan”, o más castizamente “virus chino”, entró en nuestras fronteras causando sus mortíferos estragos, la reacción de nuestros gobiernos (el de España, las comunidades autónomas y los ayuntamientos) ha sido la misma: unas personas que no saben nada de epidemiología, ni de virus ni de nada por el estilo, pero que, no obstante, están legitimadas democráticamente para gobernarnos, han elegido a unos técnicos que sí saben de epidemiología, virus y otros menesteres para que les asesoren y, mezclando sus consejos con dosis variadas de interés ideológico, búsqueda de rédito político, perjuicio del adversario y otros elementos más o menos confesables, nos han guiado por la tortuosa travesía pandémica. Nuestros gobernantes se han escudado en que lo que nos han pedido (y ordenado) hacer está amparado por lo que dicen “los científicos” y han olvidado mencionar los otros ingredientes que ha aderezado la toma de decisiones.

El sistema de democracia parlamentaria tiene sus inconvenientes y, aún así, comparado con todos los demás que se han probado en la realidad (no en las ensoñaciones autoritarias de los populistas), es el más estable y el que ofrece un mayor nivel de felicidad a quienes tienen la suerte de vivir en uno. Digo esto porque alguien podría pensar que en China han gestionado mucho mejor que nosotros la pandemia. Cuando lo escucho suelo decir que “no lo sé”. ¿Alguien, más allá de los miembros del politburó, sabe lo que pasa en China? Lo que sí sé es que allí han actuado siguiendo el mismo patrón que aquí: los gobernantes no sabían y han elegido a científicos que les han aconsejado, han mezclado consejo técnico con “otras cosas” y han dado sus órdenes.

Tal como lo estoy explicando puede parecer que la ciencia marca una línea clara e indiscutible y que es la política la que ensucia y pervierte, pero no es así.

Una muestra de ello se ha vivido durante el último mes plasmándose en una especie de “lucha de titanes científicos” que ha pasado desapercibida para la mayor parte de nosotros.

Great Barrington contra John Snow

A principios de Octubre, un grupo de destacados epidemiólogos y estudiosos de la salud pública firmaron la Declaración de Great Barrington. Observaron que los perjuicios para la salud mental y la economía que suponen los confinamientos y el cierre de parte de la actividad social son más elevados que las ventajas que pretenden obtener. Con eso en mente, la declaración propone que se permita la propagación libre del contagio entre las personas más jóvenes y saludables mientras se toman medidas para proteger a los más vulnerables a las consecuencias de una infección. Este enfoque se basa en el concepto de "inmunidad colectiva", según el cual la enfermedad dejaría de propagarse cuando una parte suficiente de la población se haya vuelto inmune como resultado de la infección. La declaración busca el apoyo de otros científicos que pueden suscribirla on-line.

La idea es ciertamente controvertida. Y el 14 de octubre otro grupo de expertos en salud pública publicó una refutación en una de las revistas científicas de mayor prestigio, TheLancet, calificando la declaración de Great Barrington como “una peligrosa falacia no respaldada por evidencia científica”. Los autores también han puesto nombre a su declaración, Memorando de John Snow, eligiendo el nombre del científico que estableció los principios de la epidemiología en el siglo XIX. El memorándum insta a los gobiernos a mantener restricciones hasta que sean posibles los testeos generalizados, el rastreo de todos los casos y el aislamiento de todas las personas infectadas. Este memorando también ha recogido miles de firmas de científicos de todo el mundo.

Cuando leí que existía esta especie de lucha de bata blanca me quedé un poco decaído. Yo me imaginaba que “la ciencia” diría una cosa, pero parece que no es así.

Lo que me ha hecho retomar un poco la esperanza es que, por lo menos los científicos se mueven por un método que permite comprobar la validez de las propuestas. Así, que lo que defienden los seguidores de Barrington o de Snow no se dilucidará por la fe sino comprobando mediante un método estructurado y aceptado previamente lo que suceda allí donde se haya seguido una propuesta o la otra.

Esto me ha ayudado a entender que cuando Suecia decidió seguir una línea diferente de la del resto de Europa y no aplicar confinamientos y distanciamiento generalizado lo hizo siguiendo los criterios técnicos que propusieron científicos. Lo mismo sucedió en un primer momento en el Reino Unido, allí también buscaron el respaldo técnico para fundamentar sus decisiones. Dejo de lado a Brasil y especialmente a Estados Unidos donde los gobernantes han decidido vivir en una realidad paralela donde existe la “verdad alternativa”.

Dentro de un tiempo, sea como sea, hagamos lo que hagamos, la pandemia pasará. Es triste y positivo a la vez, saber que sólo cuando haya transcurrido ese tiempo los científicos podrán analizar qué medidas fueron las más efectivas y cuáles serán las que deberemos tomar cuando nos enfrentemos a la próxima pandemia que, algún día llegará. Me encantaría que aplicando el método científico pudiésemos también saber cuántas medidas se adoptaron desde el poder teniendo en cuenta “otros ingredientes” a parte de lo que indicaban los científicos, pero eso no sé si llegaremos a verlo.

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