Antonio, de 86 años, había vivido en la misma casa durante toda su vida. La compró con esfuerzo, paso a paso, y siempre pensó que sería su hogar para siempre. Sin embargo, con el tiempo, vivir solo se volvió complicado. Necesitaba ayuda para ducharse, preparar sus comidas y controlar su medicación. Finalmente, comprendió que la mejor opción era ingresar en una residencia donde pudiera recibir los cuidados que necesitaba.
El problema era la financiación. Con una pensión de 665 €, no podía costear la residencia, cuyo precio ascendía a 2.014 € al mes. Tenía su vivienda como único patrimonio, pero no quería tomar una decisión precipitada. Analizó diferentes opciones, aunque en todas encontró aspectos que le generaban dudas o preocupaciones.
Vender su casa parecía la solución más sencilla. Con su piso valorado en 156.620 €, podría pagar la residencia durante algunos años. Sin embargo, al hacer cálculos, se dio cuenta de que en 5 años habría gastado más de la mitad del dinero y en 9,5 años el importe se agotaría. Además, la idea de desprenderse de su hogar le resultaba dolorosa y le preocupaba no poder dejarlo en herencia a su sobrino, su único familiar cercano.
Pedir un préstamo no era una buena opción, ya que, debido a su edad avanzada, las entidades financieras no se lo iban a facilitar.
La renta vitalicia le ofrecía dos alternativas: si no quería perder la propiedad, recibiría 522 € al mes, una cantidad insuficiente para cubrir el coste de la residencia. Si aceptaba una renta mayor, 1.417 € al mes, debía renunciar a la propiedad de su vivienda sin posibilidad de recuperarla. Además, si fallecía pronto, su casa ya no estaría y el dinero recibido habría sido muy limitado.
La hipoteca inversa era otra posibilidad, pero la renta mensual que le ofrecieron era de 690 €, aún insuficiente para cubrir el pago de la residencia. Además, la deuda se iría acumulando con los años y su sobrino tendría que decidir, 6 meses después de su fallecimiento, si asumía esa deuda o renunciaba a la vivienda.
Alquilar su casa por su cuenta le permitiría obtener unos 700 € al mes, pero la gestión del alquiler le generaba incertidumbre. No quería preocuparse por inquilinos, contratos o posibles impagos.
La tranquilidad de encontrar una solución
Después de analizar todas las opciones, Antonio encontró una alternativa que encajaba con sus necesidades. Pensium le adelantaba hasta el doble del alquiler para poder pagar la residencia, encargándose de buscar al mejor inquilino y con total garantía en el pago de las rentas. El adelanto del alquiler le permitía ingresar en la residencia sin perder la propiedad de su vivienda ni asumir una deuda creciente. Además, el alquiler de su casa se gestionaba sin que tuviera que ocuparse de nada y recibiría 1.400 € al mes, garantizando el pago de la residencia de manera estable.
Gracias al anticipo del alquiler, Antonio pudo ingresar en la residencia con la certeza de que sus gastos estaban cubiertos, sin renunciar a su hogar ni dejar preocupaciones para su sobrino. Ahora disfruta de la tranquilidad que tanto buscaba y de los cuidados que necesita.
Su historia es la de muchas personas que, tras una vida de esfuerzo, se enfrentan a decisiones difíciles en la vejez. Con la información adecuada y el tiempo necesario para valorar todas las opciones, es posible encontrar una solución que ofrezca estabilidad y tranquilidad.
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