La convivencia y la socialización que propician las residencias, elementos clave para combatir el efecto del cambio de estación en los mayores, explica Virginia del Val, psicóloga del centro de emeis Santo Domingo (Madrid).
Con el final del verano, muchas personas experimentan lo que comúnmente se conoce como “síndrome postvacacional”, una bajada de ánimo por la vuelta a la rutina. Aunque se suele asociar a estudiantes y adultos en edad laboral por la vuelta al colegio o al trabajo, los mayores también se ven afectados por el fin estival.
La psicóloga Virginia del Val, de la residencia de emeis en Santo Domingo, una de las más de veinticinco de este grupo en Madrid, explica que, en el caso de los mayores en residencias, este impacto anímico del fin del verano es menor, pues mantienen rutinas de actividades y terapias. Sin embargo, la psicóloga recuerda que los mayores también experimentan este “síndrome postvacacional”: “en verano se producen más salidas al exterior y la naturaleza, ya que el clima invita a ello, o al mar. También se incrementan las salidas con familiares, a comer o de viaje. Y esto se traduce en que los mayores también pueden notar ‘la cuesta de septiembre’”.
El papel de la luz solar y cómo combatir el cambio estacional en mayores
El cambio de clima propio de la transición al otoño, con un descenso de temperaturas, reducción de horas de luz solar y, por tanto, de ocio exterior, son factores importantes en los cambios de ánimo que se dan con el fin estival. Es lo que se conoce como Trastorno Afectivo Estacional, de acuerdo a la psicóloga de emeis: “Aunque no se ha encontrado un origen claro, se sugiere que se produce una disminución en la producción de neurotransmisores importantes como la serotonina o la melatonina”.
La psicóloga explica que, en el caso de los mayores, “en algunos casos se minimizan estos síntomas como normales, propios de la edad”, pero que afortunadamente la concepción de la salud mental está cambiando y cada vez se presta más atención a la misma. En el caso de las residencias emeis, todos los centros cuentan con psicólogos y “el equipo multidisciplinar, que nos incluye a las psicólogas, se reúne de forma periódica para poner en común esos signos de alerta y poder actuar cuando se detecten. Se proponen actividades estimulantes y divertidas como talleres de baile para facilitar estados anímicos positivos con el cambio de estación”.
Así, los baños en la piscina o las guerras de globos de agua son sustituidos por actividades en el interior, como el dibujo o la escritura, y si el tiempo lo permite, también para realizar excursiones relacionadas con la naturaleza en otoño.
Por último, la psicóloga recuerda el papel positivo que la convivencia de las residencias tiene para el estado anímico de los mayores, el estar acompañados y realizar dichas actividades y otras terapias juntos, tanto con otros mayores como con personal del centro. Para Virginia del Val, “se considera un factor de protección, dado que aumentan las probabilidades de interacción social y por ende de apoyo, ya sea con el personal, otros residentes y las visitas tanto de sus propias familias como de los familiares o amigos de otras personas”.