Difícilmente podrían haber imaginado aquellas Hermanitas de la Caridad y demás Órdenes religiosas que, aquello que hacían por los ancianos en sus asilos de la época, años después, fuera a ser motivo de interés por parte de inversores del tipo de sociedades de capital riesgo, fondos de inversión, etc. Y la verdad es que, aún sorprendentemente, así está ocurriendo.
La que hemos venido a llamar “concentración del sector”, (si bien no lo está siendo tanto) viene protagonizada, en parte, por este tipo de sociedades que, lejos de ser expertas en ningún sector en concreto, sí que lo son en rentabilizar una determinada inversión, o lo que es lo mismo, vender más caro de lo que han comprado.
Y digo que esta llamada “concentración del sector” no lo está siendo tanto en la medida que, de las 350.000 camas aproximadas que existen en nuestro país, tan solo están siendo objeto de reagrupación ni tan siquiera un 6-7% de ellas, es decir, solo existe reagrupación entre las 8-10 compañías que mayor representación tienen en nuestro sector, si bien esa representación, en el conjunto del panorama nacional, no resulta todavía demasiado significativa.
Pero, ¿Es este un sector donde se pueda especular?
¿Están acertando o errando el tiro estas sociedades de inversión al apostar por un sector tan especifico, tan intervenido por las AAPP y tan dependiente de factores de futuro?.
Esta fuera de toda discusión que el objetivo final (debo subrayar que, legítimo objetivo) de estas compañías es garantizar una mínima rentabilidad con la que, reanudar la confianza de sus inversores, y poder seguir mereciendo la calificación de “buenos gestores de fondos”, pues de lo contrario, difícil lo tendrían a la hora de lo que comúnmente se conoce como “levantar” un nuevo fondo, dado que la reputación de sus directivos o responsables se habría visto seriamente deteriorada si fallan en este objetivo. Dicho de otra manera, les va en ello gran parte de su futuro profesional, por lo que, más les vale, que no se equivoquen al poner su “ficha” en este sector de las Residencias Geriátricas.
Todos ellos, contemplan similar o parecido enfoque: Adquirir hoy plataformas de gestión con un determinado número de plazas y desarrollar la compañía a través de esta plataforma de gestión hasta conseguir, en algunos años, mayores volúmenes económicos.
Anteriormente al inicio de la crisis general iniciada en el 2008 en nuestro país, la palabra clave entre Administraciones Publicas, Operadores y demás entes involucrados en el sector residencial era “calidad”. No había seminario, simposio, charla, articulo, reseña, etc., etc. que no hablase de “calidad asistencial”. Hoy, dicha palabra, o lo que es lo mismo, las consecuencias que supone, parecen haberse diluido, en la medida que, no resultaba consecuente, por un lado, seguir promulgando normativas y decretos para mejorar en la calidad de los servicios cuando por otro lado, se firmaban recortes que, en determinadas CCAA, incluso superaban el 30% respecto ejercicios anteriores.
Sea, por una causa o por otra, lo cierto es que, al día de hoy, el término “calidad” ha venido a ser sustituido irremediablemente por este otro término “del diablo” tal cual es “EBITDA”y en este punto, cabría preguntarse qué es en realidad el EBITDA y si tiene alguna relación directa con la CALIDAD del servicio (¿?).
Pero para intentar responder a esta importante pregunta, se hace del todo necesario conocer a fondo el significado de tan extraño vocablo.
Como muchos saben y otros tantos desconocen, EBITDA es un vocablo, netamente financiero, que tiene su origen en el acrónimo anglosajón “Earnings Before Interest, Taxes Depreciation and Amortization”, lo que traducido al cristiano vendría a ser en la traducción literal de “Ganancias antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones”. Y como digo que es un término netamente financiero que dominan perfectamente los financieros y demás “gurús” de la económica y que no tiene por qué ser familiar para los profesionales y especialistas en la gestión de servicios a la Dependencia, vendría a significar, en términos muy simplistas y generalistas, las Ganancias brutas que podría (condicional) tener una compañía o proyecto en concreto, si no tuviera que soportar ningún capitulo o partida contable relativa al pago de los créditos o financiación ajena, y sus intereses correspondientes, que ha necesitado suscribir para desarrollar dicha compañía, y si no tuviera que reservar recurso económico alguno para reponer sus activos (amortizaciones).
Pero claro, como quien más y quien menos, ha tenido que hipotecar su compañía, (y hasta su propio patrimonio personal en caso de pequeños empresarios) para poder desarrollar un proyecto, y en el pasivo de su balance, figuran partidas más o menos importantes de deuda bancaria, la cifra que pudiera resultar del cálculo de su EBITDA correspondiente tendría una significación puramente teórica.
Pero mira por donde, esa cifra puramente teórica a la que no le concederíamos demasiado valor a la hora de gestionar bien y con calidad nuestras Residencias, cobra notable importancia cuando se trata de comprar o vender esa Residencia o conjunto de Residencias, pues independientemente de que para la valoración económica de estos proyectos puedan seguirse formulas o cálculos más o menos complejos, finalmente , todos estos cálculos se vienen a traducir en que, el valor bruto de un proyecto en concreto, es el resultado de aplicar sobre su EBITDA un determinado múltiplo (8, 10, 12,14….).
Obviamente, a ese resultado bruto habría que deducirle la deuda concreta que tiene contraída la compañía o proyecto para dar como resultado el valor NETO (EQUITY en términos anglosajones) que finalmente habría de abonarse o pagarse en una teórica operación de compra-venta.
No resulta pues indiferente o difícil de comprender que, a mayor EBITDA, mayor seria el valor de una compañía, máxime cuando esta cifra se multiplica, a su vez, por x veces o múltiplos. Y cabría pensar también que, siendo el objetivo de las sociedades de capital riesgo, ganar dinero comprando más barato de lo que venden después, que el objetivo a conseguir seria doble: Por un lado, intentar que dicho múltiplo fuera, al menos igual o incluso superior al múltiplo empleado en el momento de la entrada o compra y por el otro, tratar de elevar esta cifra de EBITDA al objeto de que su beneficio sea el máximo posible en el momento de su salida o venta.
Respecto del múltiplo, decir que es una auténtica “lotería” y que depende de una serie de factores que pueden variar sustancialmente en el tiempo y, en su mayoría, escapan al control de los mortales: Oportunidad de mercado, liquidez de inversión, niveles bursátiles, acontecimientos políticos, gobernantes, condiciones internacionales, etc., etc., son todos ellos factores que influyen de forma determinantemente en la aplicación de un tipo de múltiplo u otro, por lo que, en este sentido, solo cabe que cada uno se encomiende a la fé que más profese y ruegue porque estas condiciones no sean adversas a la hora de desinvertir en los proyectos que adquieren.
Así las cosas y con estas serias limitaciones para intervenir en el múltiplo a aplicar, solo cabe trabajar en el otro de los factores que intervienen en la ecuación que determina el valor de una compañía: el famoso EBITDA, ante lo cual, y en referencia al título del presente artículo, cabría preguntarse:
¿Cómo se consigue aumentar esta cifra de EBITDA, o lo que es lo mismo, incrementar los ingresos y reducir los gastos operativos sin que la calidad del servicio se vea resentida?
¿Es posible este objetivo en una actividad en la que se trabaja dispensando los cuidados necesarios a un colectivo tan sensible como los Dependientes?
¿Se puede “ahorrar” o “economizar” en esta actividad por encima de los actuales estándares del mercado?
¿Dónde están los umbrales de la calidad asistencial?
¿Primará el resultado económico sobre esta calidad asistencial?
Cabría reflexionar sobre estas y algunas otras preguntas en un momento en el que, como todos sabemos, una parte más o menos importante de las grandes compañías dedicadas a este sector están ya en manos de sociedades de capital riesgo y sociedades de inversión.
Al igual que con las meigas, que “haberlas, hay las”, existen en el mercado entidades ávidas de beneficios económicos que se corresponden con la conocida calificación de “tiburones”, si bien, sería un error considerar que la generalidad de este tipo de compañías se corresponden con esa calificación, dado que son sociedades con un importante reconocimiento profesional, incluso a nivel internacional, que sí que les importa el prestigio de las empresas en las que participan accionarialmente.
Tampoco debemos presuponer que la gestión de las compañías, recientemente adquiridas por este tipo de sociedades, vaya a ser mala o deficiente debido a la falta de experiencia en la gestión de este tipo de proyectos, pues si bien y como antes comentábamos, este tipo de sociedades no conoce en profundidad ningún sector en concreto y solo domina magnitudes económicas de aquello en lo que participan, no cometen el error de prescindir de los correspondientes equipos de gestión que aseguren la continuidad de la actividad, evitando con ello dar un “salto al vacío” que sin duda alguna y al igual que ha ocurrido ya con algunos ejemplos que más vale no recordar, precipiten en un cortísimo espacio de tiempo una compañía hasta su total liquidación por no contar con la experiencia necesaria en un determinado sector.
Y en este punto cabría preguntarse: Si los nuevos accionistas no son expertos en la gestión de este sector, el equipo de gestión resultará del conglomerado de empresas que adquieran, y se presupone que la CALIDAD asistencial no tiene (ni debe) sentirse resentida en modo alguno, ¿Dónde estará la clave para conseguir aumentar los beneficios y por ende, el famoso EBITDA de la compañía para que unos años después, consiga venderse por encima de lo que se pagó por ella?
La respuesta se nos antoja clara y meridiana; en la llamada economía de escala.
Siendo nuestro sector una actividad “descentralizada”, en donde, visto por separado, cada centro requiere de su propia estructura organizativa y de personal, regida e incluso impuesta por la reglamentación vigente o por los correspondientes contratos suscritos con las AAPP, resulta más que difícil, tratar de minimizar ningún capítulo económico que resulte en una reducción de personal, o en cualquiera de los procedimientos normalizados de calidad con el que ya cuentan un buen número de proyectos.
Tampoco resultaría aconsejable, prescindir de ningún tipo de recurso que, aun estando por encima de estas reglamentaciones o compromisos contractuales, sea necesario o aconsejable para una adecuada calidad asistencial.
No obstante a ello, si en lugar de estudiar un determinado centro de forma aislada o separada, lo estudiásemos dentro de un gran grupo empresarial que lograse aglutinar un significativo número de camas, y dispusiésemos de la financiación necesaria para acometer proyectos de mejora en los centros, (recordemos que la amortización de la financiación ajena no se computa a efectos de EBITDA), podríamos actuar, entre otros capítulos, en la optimización de costes de estructura y servicios generales, en la optimización de precios y métodos de catering y/o materias primas de alimentación, en la optimización de precios y métodos de productos de limpieza/lavandería, en la optimización del sistema de alumbrado, en la aplicación de métodos y energías alternativas renovables/medioambientales, etc., etc., el resultado nos ofrecería un aumento significativo de la rentabilidad del proyecto, sin que por ello, la calidad asistencial se viera resentida.
No hace falta ser, como he dicho anteriormente, un “gurú” de las finanzas para entender este principio que es el que (aparentemente) parecen pretender la totalidad de las compañías financieras que están haciéndose presentes en nuestro sector. Solo se necesita dinero. Dinero y financiación, para adquirir una plataforma inicial que sirva de núcleo de gestión para un desarrollo posterior. Dinero y financiación para seguir adquiriendo proyectos o compañías que confieran al grupo el volumen que se pretende. Dinero y financiación para acometer proyectos de mejora en la infraestructura técnica de los centros. Pero dinero, es justamente lo que tienen este tipo de sociedades y lo que es más importante: capacidad de crédito, pues a pesar de contar con capital, suelen apalancar sus inversiones al máximo posible, dado que su apalancamiento o endeudamiento, si bien restan a la hora de calcular el valor neto de la compañía, la amortización del mismo, no computa a efectos de EBITDA.
Por último y para terminar de ilustrar el concepto, de que ganar dinero con la compra y posterior venta de proyectos residenciales no es un”truco de magia” ni que se necesita ser un experto financiero para conseguirlo, permítaseme poner un simple pero ilustrativo ejemplo.
Una sociedad de capital riesgo, adquiere una compañía que cuenta con 3.000 camas y continúa desarrollando dicho proyecto con la adquisición posterior de nuevas compañías o proyectos hasta totalizar, 4-5 años después, la cifra de 15.000 camas. Con este volumen consigue, mediante la teoría de la economía de escala y la aplicación de mejoras técnicas, un ahorro digamos tan solo, de 1 euro por residente y día. Dicho ahorro diario, multiplicado por los 15.000 Residentes con los que cuenta y multiplicado a su vez por los 365 días del año, resultarían en la nada despreciable cifra de ahorro de 5.475.000 Euros/año.
Pero aún a pesar de ser ya importante por si misma dicha cifra, cuando a la hora de vender la compañía, esta mejora en el EBITDA se multiplica por su múltiplo correspondiente (pongamos por ejemplo 13), el resultado ya se nos antoja más que una cifra, un número de teléfono, puesto que el valor bruto de la compañía que vende se habría incrementado en aproximadamente 71.175.000 Euros respecto su valor de compra. Y todo ello, sin que la calidad asistencial se haya visto resentida o disminuida en modo alguno.
Eso sí, si lo que se pretende es conseguir todavía mayores márgenes de rentabilidad o EBITDA y no se tienen reparo o escrúpulo alguno en “arañar” en alguno de los capítulos económicos que intervengan directamente en la prestación del servicio y en su calidad, el objetivo se me antoja difícil y problemático, sobre todo para el colectivo de personas dependientes que reciben dichos servicios, cuya calidad se vería sensiblemente reducida en pro de puros y duros intereses económicos.
Así pues, y aun reconociendo y respetando las decisiones de este tipo de compañías por invertir en aquello que se les antoje, les diría que, si sus objetivos se focalizan en la optimización de costes basándose en una economía de escala, sin perjudicar en modo alguno, los umbrales de calidad, bienvenidos sean a este club. Pero si lo que se pretende es pasar de aquí, sepan que este sector, tiene un “doble filo”, y que traspasar esas “líneas rojas” de calidad asistencial, bien les podría suponer un serio problema, tanto durante su permanencia en el sector, como a la hora de su salida.
Aquilino Miralles Carranza, Director General Grupo SERGESA S.A.
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