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Envejecimiento, ¿enfermedad o desarrollo?

Por Rubén Yusta Tirado
miércoles 30 de junio de 2021, 19:27h
Rubén Yusta Tirado, trabajador social.
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Rubén Yusta Tirado, trabajador social. (Foto: Rubén Yusta)

En mitad de una nueva fase de la pandemia mundial que lleva golpeándonos desde hace más de año y medio y en la que parece que el ámbito de la gerontología ha pasado a un segundo plano, gracias a la vacunación de la mayoría de personas mayores de nuestro país, volvemos a tener que hablar de envejecimiento y volvemos a hacerlo en términos negativos, o por lo menos no en la línea positiva que nos gustaría hacerlo.

El motivo de esto no es otro que la intención de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de incluir la vejez como una enfermedad, aprovechando el mes de enero de 2022 en el que se realizará la undécima renovación del Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Relacionados (CIE).

Pero esta relación del envejecimiento con la enfermedad no es algo nuevo.Ya en 2017 empezábamos a escuchar las primeras voces que se hacían eco de esta polémica relación, como el biomédico londinense Aubrey De Grey, que afirmaba que el envejecimiento era una enfermedad que se podía curar, el genetista australiano David Sinclair, quien afirma que la vejez en una enfermedad sobre la que se debe actuar o, sin ir más lejos, el presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría, Miguel Ángel Vázquez, quien mostrándose en una línea similar a la de De Grey afirmó que la vejez no es una etapa, sino una enfermedad que se puede tratar y curar.

Si atendemos a la definición de envejecimiento desarrollada por la misma OMS, se entiende la vejez como el “proceso fisiológico que comienza en la concepción y ocasiona cambios en las características de las especies durante todo el ciclo de la vida; esos cambios producen una limitación de la adaptabilidad del organismo en relación con el medio. Los ritmos a que estos cambios se producen en los diversos órganos de un mismo individuo o en distintos individuos no son iguales”. En definitiva, esta definición nos habla de una serie de cambios que se producen a lo largo de la vida de las personas, que producen cierta limitación en la adaptabilidad del organismo y cuya afección no es igual para todos los individuos. Siguiendo esta definición, la cual continúa siendo de las más utilizadas por profesionales e instituciones a la hora de referirse a esta etapa de la vida, y uniéndola con la intención de este mismo organismo de incluir el envejecimiento como una enfermedad dentro del CIE-11, ¿se podría afirmar que las personas están enfermas durante la mayor parte de su desarrollo vital?

Obviamente, cualquier persona que se acerque a esta relación estará de acuerdo en que no se puede hacer tal afirmación, ya que estaríamos estigmatizando el desarrollo vital y, por tanto, a todas las personas. En cambio, ¿por qué una organización como la OMS puede plantearse identificar el envejecimiento como una enfermedad?

La respuesta a esta segunda pregunta es sumamente complicada y seguramente debería estar dirigida a las personas que están detrás de esta organización, dependiente de la Organización de las Naciones Unidas. En cambio, lo que sí que se puede hacer desde este espacio, es aterrizar ciertos aspectos que podrían darnos las claves de esta cuanto menos problemática clasificación que tiene previsto llevarse a cabo a principios del próximo año.

Si acudimos a una definición algo más compleja y acorde a la concepción biopsicosocial en la que a día de hoy encuadramos el concepto de salud, se entiende que el envejecimiento es el conjunto de transformaciones y/o cambios que aparecen en el individuo a lo largo de la vida, así como la consecuencia de la acción del tiempo sobre los seres vivos. Los cambios que experimenta la persona pueden identificarse como bioquímicos, fisiológicos, morfológicos, sociales, psicológicos y funcionales. Esta definición del envejecimiento nos acerca más a una visión multifactorial, en la que el desarrollo de la persona se ve afectado por múltiples aspectos que van marcando su vida. Si introdujéramos en esta ecuación la concepción del envejecimiento como una enfermedad, estaríamos afirmando por tanto que una persona, por el simple hecho de nacer, está enferma y el propio proceso vital sería el desarrollo de ésta.

Pero no podemos dejar de lado la parte negativa que un término como la enfermedad lleva intrínseco en su propia definición. Si acudimos nuevamente a la OMS y analizamos la definición de enfermedad que lleva a cabo esta institución, se observa que ésta es categorizada como la alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, lo cual, sin necesidad de muchas más valoraciones, se entiende que es un aspecto negativo y que cualquier persona intentará evitar en todo momento. Por lo tanto, ¿no es ésta una forma de añadir estereotipos y prejuicios al ámbito de las personas mayores, también conocido y definido por la OMS y por Butler como edadismos? ¿realmente necesitamos seguir fomentando la discriminación de este colectivo entrando a clasificar una etapa vital dentro de un ámbito tan complejo como es el de la enfermedad?

Es complicado no coincidir en que con esta inoportuna clasificación, se está haciendo un flaco favor a un colectivo que ya de por sí se encuentra rodeado de múltiples aspectos negativos. El envejecimiento es una fase vital, que supone un desarrollo vital extenso y que a su vez supone, en palabras de la propia OMS, el éxito de las políticas de salud pública, así como del desarrollo social y económico de una sociedad. Además, en cualquier sociedad que se precie, aspectos como el envejecimiento activo y el envejecimiento saludable suponen el principal proyecto y reto planteado con este colectivo por lo que, si seguimos con esta incomprensible clasificación, también se estarían echando por tierra muchos de los planes y proyectos que las sociedades tienen preparados para el incremento de la población que está previsto en las próximas décadas y que, de ser así, desembocaría en la clasificación de más de un tercio de la población como personas enfermas por el simple hecho de pertenecer a un determinado grupo de edad.

Esperemos que la OMS y el gran grupo de profesionales que conforman esta organización recapaciten, tengan en cuenta los aspectos que intervienen en el envejecimiento y que van más allá del ámbito sanitario y cesen en su intención de estigmatizar aún más esta etapa vital a la que todas la personas desean y esperan llegar.

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