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Enfermeras en verano

Enfermeras en verano

Por Josep de Martí
miércoles 13 de septiembre de 2017, 21:24h

Algo que tienen en común casi todos los sistemas de atención a personas mayores en residencias en países de nuestro entorno es el papel central que tiene la enfermera (utilizo el femenino tal como suelen hacer los y las enfermeras cuando hablan de su colectivo) en los equipos de profesionales. El modelo de atención puede ser diferente, también puede variar la formación que reciben o las funciones específicas que asumen, pero siempre hay enfermeras como elemento esencial.

Este año muchas residencias en toda España han sufrido para encontrar enfermeras que pudieran trabajar durante los meses de verano cubriendo los turnos de vacaciones. Era algo que ya había pasado en veranos anteriores, pero este último ha sido especialmente doloroso.

He hablado con varias de ellas y, lo que algunos explican como algo relacionado con el final de la crisis, otros lo ven de forma más preocupante como un cambio estructural que vamos a tener que afrontar y que tiene que ver más con el cambio demográfico que con el ciclo económico.

Casi todas las normativas que regulan el funcionamiento de residencias de mayores en las diferentes comunidades autónomas obligan a que dentro del equipo asistencial figuren unas horas de enfermera.

Por poner algunos ejemplos, en Cataluña, una residencia privada que atienda a usuarios cuya estancia está financiada por la administración debe tener 70 horas anuales de enfermería por cada residente de alta dependencia. Eso, para una de 60 plazas equivaldría a 2,5 a jornada completa. En Madrid, el pliego de condiciones del Acuerdo Marco no especifica una dedicación concreta de enfermeras, pero sí exige “Cuidados de enfermería con presencia física de lunes a domingo, todos los días del año, garantizándose el carácter continuo y permanente del servicio” y “La presencia física de personal para atender a los usuarios debe ser tal que asegure la ratio de 0,42, sumando a todos los profesionales de atención directa: médicos, enfermeros, gerocultores, fisioterapeuta, terapeuta ocupacional, trabajador social, psicólogo y animador sociocultural, éstos dos últimos cuando los haya”.

Estas exigencias, que se repiten en casi todas las comunidades, nos harían pensar que, para una enfermera, el trabajo en una residencia debería ser una opción bastante apetecible. Entonces, ¿por qué cuesta tanto encontrar enfermeras que quieran trabajar en el sector?

Creo que la respuesta es clara: el salario.

Los colegios de enfermería suelen decir que “el trabajo de una enfermera es trabajo de enfermería sea donde sea”, eso quiere decir que debería existir un salario para las funciones de enfermería ya se presten en un hospital, ambulatorio o residencia. Lo cierto es que una enfermera que trabaja en una residencia privada gana bastante menos que una que lo hace en un hospital público.

Aunque, a priori, lo que defienden desde los colegios tiene sentido, una vez se contrasta con la realidad las cosas cambian. El salario de cualquier trabajador tiene una relación directa con la facturación de la empresa (o presupuesto de la entidad) que le contrata. Es esa facturación y otras circunstancias lo que hace que empresarios y sindicatos acaben pactando un convenio colectivo que es el que al final marca el salario y otras condiciones.

Si el precio medio de una residencia en España ronda los 1.900 euros al mes (unos 1.500 para plazas concertadas) y las ratios de personal están entre el 0,35 y 0,60, difícilmente van a poder esas residencias contratar a más enfermeras o pagar más a las que tiene.

Por otro lado, como cada vez los residentes ingresan en unas condiciones más frágiles y con más dependencia, resulta obvio que para mantener una buena calidad de servicio acabaremos necesitando más enfermeras.

Así las cosas, el dilema real al que nos enfrentamos, y del que la dificultad para encontrar enfermeras es sólo un síntoma, es si queremos en los próximos años tener unas residencias “low cost” con servicios básicos y calidad dudosa o preferimos aumentar la calidad del servicio y estamos dispuestos a aceptar que aumente el coste del mismo. Es una pregunta que afecta a cada uno y a la sociedad. Digo “a cada uno” ya que, en algunos casos puede suponer tomar la decisión de gastar en la atención algo tan preciado como el valor de la vivienda habitual que siempre habíamos pensado dar en herencia a nuestros hijos. También digo “a la sociedad” porque gastar más dinero en atención a la dependencia es tener que gastar menos en otras cosas.

Creo que, de momento, con un salario algo más elevado no sería tan difícil encontrar enfermeras para trabajar en residencias. Dentro de unos años, cuando la población de mayores supere el 30% el problema será diferente.

Mientras nos lo pensemos cada año, se irán jubilando más enfermeras que las que salen de las facultades; muchas de ellas se irán a buscar mejores condiciones en otros países y, quizás nosotros empecemos a firmar convenios con facultades de países lejanos para dotarnos de enfermeras de ultramar.

De momento el verano se acaba. Esperemos encontrar alguna solución antes del siguiente.

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