Opinión

El futuro de las residencias postpandemia. Horizonte normativo y social

Josep de Martí, director de Inforesidencias.com (Foto: Dependencia.info).
Josep de Martí | Miércoles 06 de abril de 2022

El final de la pandemia o, mejor dicho, la cronificación del Covid-19, está llevando a que de nuevo se organicen actos presenciales algo que me alegra sobremanera, ya que el sector de las residencias de personas mayores y el de la geroasistencia en general necesita puntos de encuentro e intercambio.

Escribo estas líneas mientras estoy preparándome para participar en las XXIV jornadas de Alzheimer que organiza en Centro de Humanización de la Salud el mismo día en que se publica esta tribuna. Tranquilos los que vayan a asistir presencialmente o de forma on-line, no se trata de hacer un spoiler ya que mi participación no es una conferencia, sino que intervendré en un “conversatorio” con otros ponentes (la doctora Maria Angeles Ceballos y el abogado Antonio Molina Schmid), moderados por Pilar Rodríguez.

Cuando hablamos de los temas a tratar y se planteó “el futuro de las residencias post-pandemia”, lo primero que me vino a la cabeza es que, a pesar de todo lo que ha pasado, de todo el sufrimiento que tuvo lugar en las residencias, especialmente durante nueve meses de 2020, el futuro que les espera a las residencias es prometedor. Así lo confirman los datos demográficos: en pocos años vamos a pasar de un 20% de personas mayores a casi un 35%. Aunque los avances médicos y los hábitos de vida saludables retrasen la aparición de dependencia (si es que esto llega a suceder), el número de personas mayores dependientes se va a incrementar de forma espectacular llegando al momento en que el problema que tendrán las personas y las administraciones es encontrar residencias con plazas.

La pandemia, como peor crisis sanitaria que ha sufrido el planeta en cien años, demostró que, si aparece una enfermedad muy contagiosa especialmente en lugares cerrados y contactos estrechos, con una fase asintomática y que aumenta su letalidad en personas mayores con patologías previas, ésta concentrará su mortalidad en las residencias. Ha sido así en todo el mundo con pocas variaciones según tipo de residencias que tenían o su titularidad.

También ha quedado demostrado que los aislamientos y sectorizaciones han tenido un coste altísimo en la calidad de vida de los residentes y un efecto minúsculo si se compara con lo que de verdad ha hecho bajar las muertes y contagios: la vacunación.

Esa es la gran verdad de la pandemia. En todas las residencias del mundo, fuese como fuese el sistema de atención, la ratio de personal, el método de aislamiento... Fue empezar a vacunar a los trabajadores y residentes y que las tasas de enfermedad y muerte cayesen hasta casi el cero.

¿Quiere eso decir que no hay que hacer nada, que todo estaba bien? No, en absoluto. Lo que quiere decir es que debemos ir dejando atrás la pandemia y seguir un camino que ya habíamos emprendido antes y que tenía varios pilares:

  • Mejorar las ratios de personal y las condiciones laborales del sector: Sabemos que cada vez los residentes ingresan con un mayor nivel de dependencia y con necesidades de atención más intensas. También sabemos, y lo sabíamos antes, que si queremos captar y mantener talento las condiciones salariales deben ser más atractivas.
  • Caminar hacia filosofías de atención “centradas en la persona”: Esto supone ir cambiando el modelo arquitectónico hacia uno menos institucionalizado y más parecido al hogar, centrado en las unidades de convivencia que hemos visto en tantos países, con muchas habitaciones individuales dotadas de baño propio, con conexión con la naturaleza y espacios humanizados. También un modelo de atención que no sólo tenga en cuenta las necesidades de la persona sino también sus preferencias y en el que un profesional de referencia que, junto al residente, forma parte de ese centro. Esto afecta al día a día de la residencia, a los horarios, a las comidas…
  • Establecer un sistema definitivo de coordinación socio-sanitaria en el que se tenga en cuenta que muchos residentes tienen necesidades sanitarias que deberían ser cubiertas o costeadas por la sanidad pública.

Y por último el “mega pilar” que los vincula e influye a todos: considerar que la atención a personas mayores dependientes necesariamente va a ser un servicio costoso, intensivo en personal y que alguien va a tener que pagar.

Residencias de 3ª edad con precios en Vizcaya

De poco sirve hablar de nuevas normativas, convenios, ratios y modelos si no se acompaña cada cosa que se dice con un estudio económico. Esto va a ser caro, si queremos hacerlo bien.

El punto de partida es un modelo, el que tenemos ahora, que permite ofrecer un servicio más que correcto, y en muchos casos excelentes, por algo menos de 70 euros al día en la mayor parte de España. El problema es que, el motivo por el que el precio es ese, es porque las ratios, convenios, condiciones arquitectónicas y forma de trabajar son los que son.

Debemos crear sin duda una nueva generación de normativas de residencias, y también deberemos afrontar la crisis de reputación que han tenido las residencias debido a que el relato dominante (falso a mi entender) es que, en general, funcionaron mal durante la pandemia siendo ese mal funcionamiento lo que generó la muerte de los residentes. El relato dominante sostiene también que las residencias privadas fueron especialmente castigadas debido al ánimo de lucro, algo que tampoco es cierto.

Yo creo que debemos trabajar para que lo que acabe quedando de esta pandemia es que en las residencias se representó una tragedia de la que ellas no eran protagonistas sino un personaje secundario. El verdadero protagonista fue el virus. A partir de allí deberíamos volvernos a plantear las preguntas que nos hacíamos antes de empezar la desgracia: “¿Cómo queremos que sean las residencias dentro de diez años? ¿Qué debemos hacer para conseguirlas?”, a las que yo añadiría “¿Cuánto van a costar? ¿Quién las va a acabar pagando?”.

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