Sé que soy una persona bastante primaria y a veces incluso un poco bruta pero hace tiempo que sigo los diferentes modelos que van surgiendo bajo la cobertura del nombre “Atención Centrada en la Persona” y sigo pensando que para que cuaje de una forma generalizada hace falta que primero cambiemos nosotros (incluyo a los propios residentes, a sus familiares y a los profesionales).
Mientras en las residencias haya unos cuartos de baño cerrados con llave para uso exclusivo de visitas y empleados (vetados a los residentes); mientras “las cuestiones de dinero” se puedan tratar sólo con la familia y no con el propio residente por miedo a importunarlo; mientras a alguien que toma muchas pastillas le demos “por su bien” un placebo, difícilmente podremos hablar de que ofrecemos una atención centrada en las preferencias y deseos de los residentes.
En algunos cursos que imparto propongo el caso “Doña Teresa se quiere ir a su casa” en la que una mujer mayor con una demencia incipiente se ha perdido un par de veces por la calle y se ha dejado el agua abierta ocasionando humedades a los vecinos. Doña Teresa es ingresada en una residencia por parte de su hija, decisión que ella acepta en principio resignada hasta que un día habla con la dirección de la residencia y le dice dos cosas:
Primera: “hazme la cuenta y llámame a un taxi que me voy”.
Segunda: No le digas nada a mi hija.
Doña Teresa no está incapacitada judicialmente.
¿Qué harías tú?
En la mayor parte de cursos en que he planteado el caso los alumnos me aseguran que llegado el caso harían caso a la señora Teresa en cuanto a la primera petición. En cuanto a la segunda, hay bastante dispersión de opiniones. Muchos me dicen que llamarían a la hija ya que lo más seguro es que Doña Teresa no quiera de verdad volver a su casa (ni siquiera sabemos si sigue teniendo una casa) sino que está pidiendo algo más de atención. Muchos están seguros de que, si Doña Teresa habla con su hija cambiará de atención. Casi todos saben que, si no llaman a la hija tendrán problemas y que les costará menos hacer contenta a la hija que a la madre.
Mi posición es que la Atención Centrada en la Persona se irá imponiendo a medida que vaya cambiando la forma en la que vemos las cosas los residentes, familiares, profesionales, gerentes y administración.
Hace unas semanas, durante el último viaje que organizó Inforesidencias.com a Estocolmo para conocer cómo funcionan allí las residencias, centros de día y viviendas para mayores volvimos a visitar “La Casa”, una residencia pensada para personas mayores que tienen el español como lengua materna.
Ya hablé escribí sobre esa residencia en mi blog hace algún tiempo, lo que esta vez me llamó la atención fue un cartel grande colgado en la pared que, con el título “Nuestras garantías de calidad”, explica los compromisos que asume la empresa Kavat Vard, en la atención a las personas mayores que allí residen.
A mí me pareció un verdadero check list sobre lo que es la esencia de la Atención Centrada en la Persona, o en otras palabras, de cómo me gustaría que fuese la residencia a la que estaría dispuesto a ir.
Este es sólo un pequeño resumen de los compromisos que adquieren (se puede tocar el enlace para verlos todos). Si las residencias de aquí están dispuestas a aceptarlos:
Autonomía y privacidad
Participación para un mejor resultado
Servicio y consideración para una vida digna
Personal para todas las necesidades
Una vida activa y significativa
Usted mismo elige
Vale la pena leer todo y sorprenderse de que sólo se cambie, en principio la ropa de cama, o que se acepte que una persona no quiera ducharse o lavarse el pelo o que pueda acostarse o levantarse cuando quiera.
El secreto está en unidades de convivencia de 9 personas (para casos de demencia) que están acompañadas permanentemente por entre 2 y 3 profesionales en horario diurno, ocupando cada una “vivienda” (un dormitorio grande con lavabo completo y, casi siempre con cocina americana).
En las residencias suecas el papel de la familia es diferente que en España. En muchos casos, ya era diferente antes del ingreso en la residencia. Por eso, los miedos que manifiestan muchos directores de residencia españoles sobre cómo reaccionará la familia ante caídas, accidentes o decisiones que tome el propio mayor y que no coincidan con las suyas, allí no se entienden.
En “La Casa” nos explicaron que los hijos de residentes “latinos” (principalmente chilenos) son mucho más demandantes que los de residentes Suecos y tienen unas expectativas que me sonaron muy cercanas a las que tenemos en España.
Adelanto una respuesta a una pregunta que suelen hacerme: esas unidades no son para personas válidas y sin deterioro cognitivo sino que en ellas coinciden en muchos casos personas con una gran dependencia y demencia. ¿Cómo saben lo que quieren o desean? Trabajando la historia de vida y preguntando. Siempre nos comentan que, si una gerocultora tiene asignados a dos o tres residentes y sólo trabaja con nueve, puedes llegar a conocer muy bien lo que les gusta.
Este modelo con personal diferenciado para cada unidad de 9 personas no resulta barato pero es lo más parecido a un hogar.
Esto ya existe. Lo llevo viendo en Suecia desde que organizamos el primer viaje en 2008. Sólo nos separa del sistema las barreras mentales que tenemos y los aproximadamente 6.500 Euros al mes que cuesta una plaza en una residencia Sueca. Quizás con salarios españoles salga por algo menos, pero, barato, lo que se dice barato, no será.