Directoras de centros de día destacan cómo la colaboración activa de familiares y profesionales garantiza que los usuarios mantengan su funcionalidad, seguridad y motivación en la vida diaria.
En los centros de día, la participación de la familia no es un añadido, sino un pilar fundamental para garantizar la autonomía y el bienestar de las personas mayores. Así lo subrayan directoras de estos centros durante la segunda mesa de la jornada organizada por la patronal AMADE y moderada por Javier Cámara, director de Dependencia.info, en la que participaron Irene Fierro, directora del Centro de Día Reyes Magos, Sara Hernández, directora del Centro de Día Los Balcones, y Patricia del Barco, directora de Operaciones de Stima Mayores.
Para Patricia del Barco, la implicación de la familia es indispensable: “A nosotros nos gusta considerar a la familia como alguien más del equipo. Aunque trabajamos con el usuario solo unas horas al día, lo que haga la familia fuera del centro tiene un impacto directo en los objetivos que nos planteamos. Si no se sigue nuestro enfoque, los resultados se ven comprometidos. El familiar es un miembro más del equipo en el centro de día. A la familia hay que formarla”.
Esta visión es compartida por Irene Fierro, que añade: “Es una carrera de fondo. Las expectativas de los familiares no siempre coinciden con las del equipo, y nuestra labor es comunicar, explicar y convencer. Debemos ayudarles a entender que acompañar a su familiar no es imponer, sino favorecer la autonomía y funcionalidad”.
Sara Hernández refuerza este mensaje: “La familia no solo recibe información. Participa, colabora y aprende. Si logra interiorizar las estrategias del centro, se convierte en un aliado crucial en el día a día del mayor”.
El eje central de estas intervenciones es claro: la familia no es un espectador pasivo. Es parte activa de un equipo interdisciplinar que trabaja por la funcionalidad y la calidad de vida del usuario. Su papel se extiende más allá del tiempo que el mayor pasa en el centro, y su implicación influye directamente en los logros alcanzados por cada usuario.
La motivación y el bienestar emocional: un reto compartido
La motivación de los mayores y su bienestar emocional constituyen un terreno complejo donde cada profesional aporta su experiencia y perspectiva. Para Irene Fierro, la clave está en diseñar actividades significativas: “No vamos a obligarles a hacer algo contra sus costumbres. Buscamos que las actividades tengan sentido para ellos y les hagan sentirse útiles y capaces. Al final, vienen al centro para pasar un buen día, y nuestro reto es que se sientan bien y motivados”.
Patricia del Barco añade: “Tenemos un comité de usuarios desde hace dos años. Allí se habla de actividades, menús, rutas, horarios y personal. Escuchar a los mayores nos permite adaptar nuestras propuestas y garantizar que sean significativas. Ellos nos dicen qué les gusta, qué quieren mejorar y cómo desean participar”. La socialización emerge como un factor crucial: los talleres grupales, la música, las manualidades y las actividades de cocina fomentan la interacción y generan un sentimiento de pertenencia.
Hernández explica cómo se implementa esto en la práctica: “Creamos espacios distendidos donde los usuarios pueden interactuar de manera natural. Al principio, algunos necesitan un empujón, pero con constancia logran participar de manera voluntaria y activa”.
Cada disciplina aporta su mirada: la terapia ocupacional busca mantener y potenciar habilidades, la fisioterapia fortalece la movilidad y la neuropsicología asegura que las actividades se adapten a capacidades cognitivas diversas. La coordinación interdisciplinaria y la escucha activa de los usuarios generan un entorno donde la motivación no es un añadido, sino un objetivo central.
Seguridad y autonomía: asumir riesgos con responsabilidad
Mantener la autonomía de los mayores implica aceptar riesgos controlados. Para la directora del Centro de Día Reyes Magos, “trabajamos con personas con deterioro de la marcha. No podemos eliminar todos los riesgos; debemos asumir que habrá caídas, pero minimizar sus consecuencias. La autonomía es prioritaria, y la seguridad debe permitirla, no limitarla”.
Patricia del Barco explica que este enfoque también se comunica a la familia: “El riesgo cero no existe. Debemos mantener la mayor autonomía posible con todas las medidas de seguridad. También asesoramos a las familias sobre cómo manejar riesgos en casa, detectar peligros y aplicar estrategias preventivas”. La gestión de riesgos no se limita a las caídas: incluye la disfagia, salidas no controladas y otras situaciones que podrían afectar la salud y la dignidad del usuario.
Cada decisión se basa en un equilibrio entre proteger y permitir la autonomía, garantizando que la persona mayor mantenga su calidad de vida. Sara Hernández añade un matiz importante: “El centro debe ser un espacio seguro, pero también un lugar donde el mayor pueda tomar decisiones y equivocarse. La autonomía implica cierto margen de error controlado. La familia necesita comprender y apoyar este enfoque para que la atención sea coherente en casa y en el centro”.
Coordinación interdisciplinaria y gestión de duplicidades
En centros de día con equipos amplios y variados, las duplicidades son inevitables. Del Barco comenta: “A veces surgen duplicidades, como en las vacunaciones. Pero forman parte de la riqueza de un equipo amplio. Lo importante es que todos sepan quién lidera cada intervención y que cada aporte tenga sentido para los objetivos del usuario”.
La coordinación se realiza a través de reuniones periódicas donde se evalúan los planes de atención individualizados. Se revisan objetivos, se analizan resultados y, si es necesario, se adapta el profesional encargado o el método de intervención. Este proceso asegura que cada acción esté alineada con la funcionalidad, la motivación y el bienestar emocional del usuario. Irene Fierro señala: “El consenso interdisciplinario evita conflictos y garantiza que todos trabajemos hacia un mismo objetivo: la mejora de la autonomía del mayor”.
Sara Hernández subraya que esta coordinación requiere también flexibilidad: “Cada usuario es diferente, y el equipo debe adaptarse continuamente. Si un método no funciona, se busca otra estrategia. La clave está en la comunicación constante y en la implicación activa de todos los profesionales”.

Actividades significativas: conectar con la historia de vida
Una actividad significativa tiene sentido personal, conecta con la historia de vida del usuario y despierta interés. Irene Fierro explica: “Preguntar al usuario qué espera del centro y cuáles son sus prioridades permite diseñar un programa adaptable. Las actividades deben ser dinámicas, ajustarse al perfil y a la autonomía de cada participante”.
La responsable de Stima destaca la importancia de la socialización: “A veces, los talleres deben ser más dirigidos para facilitar la interacción entre los usuarios. Lo importante es que se sientan escuchados y motivados, que perciban que su opinión cuenta”. Las actividades significativas incluyen desde talleres de cocina y manualidades hasta dinámicas de grupo, música y teatro. La participación activa de los mayores fortalece su autoestima, fomenta la interacción y contribuye a mantener capacidades cognitivas y físicas.
Sara Hernández explica cómo se evalúa la eficacia: “Escuchar, observar y adaptar continuamente el programa. No se trata de imponer, sino de acompañar al usuario en actividades que realmente le importan y que contribuyen a su bienestar”.
Retos de dirección: motivación del equipo y gestión de egos
Mantener equipos motivados y comprometidos es uno de los mayores desafíos de la dirección. Patricia del Barco afirma: “Además de lidiar con las familias, debemos gestionar egos y motivar al personal para que se implique plenamente en los objetivos del usuario. No todos los días se llega con energía máxima, pero el equipo debe transmitir estabilidad y compromiso.”
La escasez de profesionales especializados aumenta la complejidad. Sara Hernández explica: “Cada vez hay más rotación entre técnicos. Mantener la coherencia en la atención y asegurar que los objetivos del usuario se cumplan es un trabajo constante. La dirección debe ser creativa para fidelizar al personal y garantizar la estabilidad del equipo.”
Irene Fierro destaca la importancia del liderazgo cercano: “La selección de personal es clave. Contratar profesionales motivados y con vocación evita conflictos y facilita la coordinación. Luego, es fundamental mantener un ambiente de colaboración y apoyo mutuo.”
Integración del usuario en el plan de atención
El usuario debe participar en la elaboración de su plan de atención individualizado, adaptado a sus capacidades cognitivas y físicas. Irene Fierro señala: “No todos pueden asistir a la reunión, pero siempre tienen un representante. Después, se les enseña el plan para que añadan o ajusten lo que deseen. Esto respeta su autonomía y refuerza su protagonismo en el centro”.
Patricia del Barco añade que esta participación refuerza la confianza: “Cuando el usuario ve que su opinión es escuchada, su motivación aumenta y se sienten parte activa del proceso. No es solo un receptor de cuidados; es un protagonista”.
La directora del Centro de Día Los Balcones complementa: “La atención centrada en la persona exige que cada decisión se adapte a los intereses y prioridades del mayor, garantizando que la atención sea significativa y personalizada”.
Comunicación constante con la familia: el eje del éxito
Finalmente, la comunicación con la familia es el hilo conductor de toda la atención. Las tres directoras coinciden en que informar, formar y acompañar a los familiares es clave. Patricia del Barco afirma: “Si la familia no sigue nuestras recomendaciones, los avances logrados en el centro no se mantienen. Por eso formamos, acompañamos y convertimos a la familia en un aliado indispensable”.
Irene Fierro añade: “Ajustar expectativas y explicar cada decisión es parte de nuestro trabajo diario. La familia debe entender que el objetivo es apoyar la autonomía, no imponer actividades”.
Sara Hernández resume: “El familiar es parte activa del equipo. Su implicación es básica para que la persona mayor mantenga autonomía, funcionalidad y bienestar. Sin esta colaboración, nuestro trabajo sería incompleto”.
La familia, pilar fundamental
Javier Cámara
Explicado todo esto, parece evidente que la familia constituye un pilar fundamental e indispensable en la atención de los centros de día, trascendiendo el papel de mero espectador para convertirse en un miembro activo del equipo interdisciplinar. Así lo han subrayado las directoras.
Su implicación es crítica porque lo que el familiar realiza fuera del centro impacta directamente en la consecución de los objetivos de autonomía y funcionalidad planteados para el usuario. Por lo tanto, la labor del centro no solo se centra en el mayor, también en formar, comunicar y ajustar las expectativas de la familia para que ésta interiorice las estrategias y se convierta en un aliado crucial que asegure la coherencia en los cuidados, permitiendo que los avances logrados se mantengan y garantizando el bienestar emocional del usuario.
En esencia, el éxito del centro de día se mide por la fortaleza de esta alianza: la autonomía se entrena en el centro con el magnífico trabajo de todos los profesionales, pero se vive y se trabaja también en el hogar.