El verano es una época tradicionalmente asociada al descanso, la desconexión y la renovación también. Sabemos que hay quien no puede desconectar y los hay, incluso que no quieren. Como se suele decir: hay de todo. Pero este respiro estacional se torna especialmente crucial para aquellos que trabajan en sectores de alta demanda, mucha carga laboral y estrés, como el de la atención a las personas mayores.
Ante los desafíos que se avecinan a partir de septiembre (preparen una buena lista con las cosas que no se pueden olvidar), descansar en verano no solo es un lujo, sino una necesidad imperiosa para poder enfrentar las complejidades del sistema de atención y cuidados a las personas mayores en España, que actualmente se encuentra en una encrucijada debido a la falta de financiación, la escasez de profesionales y los constantes cambios normativos y laborales impulsados desde el Ministerio de Derechos Sociales, que lo es de más cosas.
No les digo nada nuevo cuando recuerdo que la falta de financiación en el sistema de atención a la Dependencia es una problemática que lleva años gestándose, que los recursos insuficientes no solo pueden afectar a la calidad de los servicios prestados, sino también a la moral y el bienestar de los profesionales que trabajan en este ámbito. Estos trabajadores, que a menudo se enfrentan a duras jornadas y en condiciones laborales que no siempre son las mejores, necesitan un periodo de descanso para recargar energías y recuperar la motivación necesaria para seguir adelante. Un verano bien aprovechado puede ser la diferencia entre comenzar septiembre con fuerzas renovadas o llegar al otoño al borde del agotamiento.
Además, la escasez de profesionales es otro desafío significativo que no para el sector de denunciar. La atención a las personas mayores requiere de un personal cualificado y comprometido, pero la falta de incentivos y el desgaste continuo han provocado una alarmante disminución en la disponibilidad de estos trabajadores. Aprovechar el verano para descansar y desconectar es esencial para evitar el síndrome de burnout, que es especialmente prevalente en sectores de alta demanda emocional y física como este. Sin un descanso adecuado, es probable que aumente el absentismo (cada día más en la agenda de los que se preocupan por estas cuestiones) y la rotación de personal, agravando aún más la crisis de recursos humanos en el sector.
Pero por si fuera poco, a estos problemas se suman los constantes cambios normativos a los que hacer frente y propuestas en materia laboral desde el Gobierno de España. Así, cuando ya nos olvidábamos del Acuerdo Belarra, con unos criterios comunes de acreditación que han servido para poco, el Ministerio que encabeza Pablo Bustinduy se descuelga con una Estrategia Estatal para un nuevo modelo de cuidados en la entorno comunitario, es decir, para fomentar la ayuda a domicilio, los centros de día y la teleasistencia, es decir, para desinstitucionalizar (nuevo mantra), es decir, para prescindir todo lo que sea posible de las residencias, es decir, para reducir todo lo que sea posible también la financiación a este recurso.
Y si estas preocupaciones a retomar a partir de septiembre fueran pocas, tenemos que estar pendientes también de las modificaciones previstas en la Ley de Dependencia. Así mismo, como decíamos, de los cambios legislativos anunciados por el Gobierno en materia laboral, como la reducción de la jornada laboral o las subidas del SMI. Por no hablar de la ley de desindexación...
Pero a lo que iba, todo esto añade un plus de estrés a los trabajadores que deben adaptarse rápidamente a nuevas regulaciones y procedimientos, por lo que el verano ofrece una oportunidad perfecta para prepararse mentalmente para estos cambios, reflexionar sobre las mejores prácticas y desarrollar estrategias de adaptación que permitan afrontar los retos normativos de manera más eficaz.
Por otra parte, pensando en los que el contacto con el usuario es más directo, el descanso estival también es crucial para mantener la empatía y la calidad del cuidado prestado. Trabajar en la atención a personas mayores no solo implica competencias técnicas, también humanidad y compasión. Cuando los trabajadores están agotados y estresados, es más difícil mantener la paciencia y la calidez que este trabajo requiere. Un verano de descanso ayuda a restaurar estos aspectos esenciales, permitiendo a los cuidadores volver a su labor con una actitud positiva y renovada, beneficiando directamente a los mayores a su cargo.
Finalmente, el verano también puede ser un momento propicio para la formación y el desarrollo profesional. Con un ritmo laboral más relajado, los trabajadores pueden aprovechar para actualizar sus conocimientos y habilidades, preparándose mejor para los desafíos venideros. La inversión en formación durante los meses de verano puede traducirse en una mayor competencia y confianza al enfrentar los cambios normativos y las demandas del sector a partir de septiembre y en adelante.
Con todo esto, lo que quiero decir es que el descanso en verano no solo es vital para la salud y el bienestar de los profesionales del sector de atención a personas mayores, sino también para la sostenibilidad y eficiencia del propio sistema. Frente a la falta de financiación, la escasez de personal y los cambios normativos, un verano de descanso y renovación puede ser la clave para afrontar con éxito los desafíos que se avecinan.
Y como quieran que tengan pensado tomar su descanso, si lo toman, sean muy felices y disfruten de este tiempo porque en septiembre vienen curvas.