La soledad no deseada entre las Personas Mayores es un problema cada vez más abordado entre profesionales, organizaciones sociales y también la Administración. Las cifras avalan ese interés ya que, según el último Informe sobre las Personas Mayores en España publicado por el Imserso (2016), el 22,37% de las personas mayores residen solas en un hogar unipersonal. De seguir así, las proyecciones actuales nos indican que en 2033 habrá más de seis millones de personas que vivan solas a nivel estatal.
Como punto de partida, creemos necesario diferenciar y establecer los límites entre la soledad no deseada y la deseada. Así, proponemos una serie de aspectos a tener en cuenta para aproximarnos a ese problema tan vivo en nuestro entorno.
- Las causas y motivos. Como profesionales tenemos que profundizar en las causas. Pueden ser variadas, algunas no problemáticas y otras que pueden derivar en problemas hay que analizar especialmente cómo la pérdida de ganas de vivir o pérdida del sentido vital cuando ocurren, por ejemplo, fallecimientos de cónyuges o familiares cercanos; la sensación de inutilidad social (falta de oportunidades de participación y relación social, de ocupación o de realización de tareas o actividades valiosos y significativas para la persona), problemas y limitaciones de salud (presencia de dolor, falta de independencia funcional ...), dificultad para ejercer o llevar a término sus propias decisiones o falta de objetivos personales, etc.
No nos podemos olvidar, en este análisis de las causas, hacer una revisión crítica de todos aquellos aspectos relacionados con las políticas gerontológicas que tienen un importante margen de mejora. Nos referimos, por ejemplo, a la falta de accesibilidad de las ciudades que impiden que una persona con diversidad funcional o limitaciones en su movimiento pasee libremente por su ciudad, falta de equipamiento social y/o cultural que limitan las relaciones e interacciones en un determinado barrio, ausencia de transporte o que no esté debidamente adaptado, etc. Todos estos aspectos pueden estar en la base de la pérdida de las oportunidades de interacción social de una persona en situación de vulnerabilidad.
- La calidad de vida. La soledad puede afectar directamente a la persona en cuanto a su calidad de vida. Impacta en muchas esferas de su vida. Puede afectar negativamente a diferentes aspectos de su salud (puede aumentar la obesidad, también deteriorar el sistema locomotor y disminuir la capacidad funcional, así como afectar al sistema inmunológico, etc.). También se encuentran efectos negativos psicológicos como empeorar el nivel cognitivo de la persona, problemas de sueño u otros trastornos mentales.
- Síntomas depresivos. Es evidente que, a nivel emocional, la soledad puede predecir la aparición de, entre otros, síntomas depresivos ante los que tendremos que estar atentos para intentar identificarlos a tiempo e intervenir sobre ellos para que no se conviertan en un problema añadido.
- Intervenciones. La evidencia científica nos señala que hay ciertas intervenciones que parecen ser más efectivas que otras. En el curso “Soledad y personas mayores” organizado por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología y Fundación Bancaria “la Caixa” se defiende que es necesario abordar este tema bajo una óptica interdisciplinar. Además, se debe apostar por aquellas intervenciones que faciliten y ofrezcan oportunidades de participación social a las personas que puedan sufrir soledad no deseada o estén en riesgo de sufrirla. Estas intervenciones deben ser oportunidades para responder a sus necesidades, deseos y preferencias. De ese modo se consigue empoderarlas y potenciar la creación de redes sociales duraderas y estables que serán una importante protección ante la aparición de dichos sentimientos. Por otro lado, la evidencia nos dice que las intervenciones que mejor funcionan son aquellas que utilizan los recursos comunitarios y piden a los participantes que sean proactivos en todas las fases del diseño de dichas intervenciones.
Por otro lado, al igual que se debe hacer con el análisis de las causas, aquí es fundamental reflexionar en el margen de mejora actual de las políticas e intervenciones relacionadas con la prevención, seguimiento y recuperación de las condiciones físico-funcionales de las personas que pudieran estar en la base de la aparición de los problemas relacionados con la soledad no deseada y la pérdida de relaciones e interacciones sociales.
- Calidad de la sociedad. Es prioritario intervenir ante un problema de alta relevancia social en nuestro entorno por el gran número de personas que lo sufren. Además, a nivel ético, tanto los profesionales como la sociedad en general tenemos la responsabilidad de intervenir ante aquellos casos de soledad no deseada. La respuesta social que seamos capaces de dar a este problema para atender a las personas más vulnerables en este ámbito son un indicador de la calidad y cualidad de nuestra sociedad. ¿No conviene una reflexión conjunta como sociedad en la que participemos todos, tanto los ciudadanos como las administraciones públicas, las familias, las sociedades científicas y profesionales públicas y privadas, las que tienen un objetivo lucrativo y las que no lo tienen, para encontrar el mejor modelo que solucione este problema?
- Estrategia estatal. Aunque este punto podría incluirse dentro del epígrafe de intervenciones, queremos resaltarlo por la especial relevancia la urgencia actual para diseñar y desarrollar una estrategia estatal contra la soledad no deseada. Somos conscientes de que el Gobierno actual lo tiene en sus previsiones. Desde aquí defendemos que, si se quiere garantizar la eficacia de la estrategia, se deberá trabajar desde un enfoque interdisciplinar, analizando las causas multidimensionales de la soledad no deseada, potenciando los recursos comunitarios y la participación de las propias personas afectadas y, finalmente, dotándola de una asignación presupuestaria propia suficiente.
- Estrategia plural, flexible y diversa. Las soluciones planteadas deben ser para muchas personas, y muy diferentes, para territorios diversos, diferentes culturas e identidades, estilos de socialización, valores, intereses y hábitos de las personas.
- Un problema general. La soledad no es un problema exclusivo de las Personas Mayores. Lo es también para la población en general. En nuestra sociedad actual, nos olvidamos demasiado de los demás y nos preocupamos únicamente por el interés propio. Es frecuente perder cohesión social y vivir con falta de vínculos estables y fuertes. Es cierto que en los entornos más pequeños, como los pueblos, todavía se mantiene esa conciencia comunitaria que podría ayudar a combatir los efectos negativos de la soledad no deseada.
Raúl Vaca Bermejo, Psicólogo,
Vocal Sección Ciencias Sociales y del Comportamiento de la Junta directiva de la SEGG.