El vídeo Doña Beatriz no entiende nada es real como la vida misma. Creo que es un material didáctico-pedagógico muy útil e interesante como asignatura en atención socio sanitaría a personas dependientes en instituciones. Se trataría de una práctica “virtual” intensiva donde, en 6 minutos, se resume la metamorfosis que sufrieron nuestros residentes. Creo que se aprendería mucho, partiendo de la visión crítica constructiva y de las muchas situaciones que escenifica el video y que son reflexiones necesarias para mejorar en nuestra profesión. Todas ellas relacionadas con la calidad de vida, atención a las personas mayores, valores y ética, trato con las familias, buenas y malas praxis, empatía, humanidad, misericordia y mucho más.
También debo decir que nuestros mayores nos dieron una gran lección y también nos animaron mucho. Sobrevivieron a una guerra civil y durante la covid, también lucharon con todas sus fuerzas para ganar la batalla. En la Residencia donde yo estuve, Los inicios fueron muy duros. Reunimos a todas las familias la semana que cerrábamos la residencia. La doctora y yo les explicamos, como buenamente pudimos, lo que en ningún momento pensamos que sería tan largo y tan duro para los residentes, sus familias y nosotros los trabajadores que durante el periodo más duro de la Covid, prácticamente vivimos en la residencia lejos de nuestras familias.
Los primeros días fueron caóticos. Nadie sabía qué hacer. Nos decían que era muy contagiosa pero aún no habían equipos de protección específicos, llevábamos bolsas de basura sobre el uniforme y vecinos, amigos y asociaciones, nos hicieron mascarillas de ropa. Desde aquí mando un fuerte abrazo y doy las gracias, a todos los conocidos y desconocidos que han ayudado de forma desinteresada durante esta pandemia.
Sería injusto buscar culpables. Todos actuamos, especialmente al principio, como mejor supimos con los recursos que disponíamos. Yo tuve la suerte de trabajar en un gran grupo que nos abasteció de material suficiente mientras reaccionaban las administraciones. Pero supe de pequeñas residencias, que no tuvieron ese apoyo y que, finalmente, tuvieron que cerrar. Me gustaría aprovechar para hacerles un gran reconocimiento pues, sumado a todo lo que sufrimos todos en nuestras residencias, tuvieron el infortunio de cerrar sus puertas, trasladando a los residentes. En el mejor de los casos, todos los residentes fueron trasladados juntos al mismo centro, pero en otras situaciones, los separaron para redistribuirlos en diferentes servicios. Este cambio, fue muy duro. No solo perdieron compañeros, sino que tuvieron que irse de “su casa”, con unos hábitos establecidos, con unos profesionales que conocían sus gustos y preferencias, e irse a un lugar desconocido donde volver a empezar, en plena pandemia y caos. ¿Os podéis imaginar que gran decepción y frustración?
Durante estos 2 años he tenido la sensación que hemos trabajado para la administración pública más que para nuestras propias empresas/residentes. Puedo entenderlo, pero en esos momentos tan complicados, se requería toma de decisiones y mucha acción. El volumen del “papeleo” era tal, que los directores y nuestros equipos, dedicábamos una buena parte de las largas jornadas laborales a plasmar en infinidad de documentación y registros que nos pedían, todas las actuaciones que realizábamos. Era de obligado cumplimiento.
Respecto a nuestros mayores, los cambiamos de habitación y de plantas en función de las indicaciones sobre sectorización de espacios, de su estado de salud y de las mil versiones de documentación que la administración pública, semanalmente, especialmente los viernes por la tarde y los fines de semana, nos enviaban y que era de obligado cumplimiento. Así que, de forma inmediata, debíamos reorganizar el funcionamiento de la residencia, para seguir dichos cambios con celeridad. Los protocolos los modificábamos al mismo ritmo y PRL nos daba soporte. La Generalitat nos enviaba documentos donde potenciaba la importancia de las relaciones entre familia-residentes y, por otro lado, Salud nos enviaba documentos para prevenir y preservar la salud de nuestros residentes, potenciando la distancia, el lavado de manos y el uso de la mascarilla.
En la planta de atención especializada donde estaban las demencias, fueron los únicos que no movimos por su complejidad, manteniendo el personal de atención directa. El resto de plantas, no fue así. Vinieron en varias ocasiones a desinfectar la residencia. A las familias, las mantuvimos periódicamente informadas. Enviábamos fotos, escritos, palabras de ánimos. Ellos nos enviaban cartas para nosotros y para los residentes. Utilizamos tablets, móviles, teléfono de residencia y, todo el equipo técnico + dirección, nos repartimos las familias y, al principio llamábamos 3 veces a la semana para hacer un resumen de cómo iba su familiar. A medida que todo se iba complicando, pasamos a 2 llamadas semanales y después a 1 semanal. Tuvimos muchas bajas médicas del personal, por covid. ¡Os podéis imaginar! ¡Hicimos todos de todo! Íbamos enfundados en monos, pantalla facial protectora, doble mascarilla, doble guante, patucos, gorro para tapar el cabello… Realmente, el video lo escenifica a la perfección. Los residentes de la planta de atención especializada, fueron los que lo pasaron peor porque no nos reconocían. Ellos necesitan sus profesionales de referencia que les da seguridad y se ubican en tiempo y espacio. Con ellos, casi no podíamos hacer videoconferencias ni usar la Tablet con las familias, porque se ponían muy agresivos por no entender nada. Por no asimilar que alguien estaba al otro lado de la pantalla y decían cosas que no comprendían. Son personas muy sensoriales. Para ellos, nuestras caras y expresiones, nuestra sonrisa, nuestra calma, cogerles de la mano, abrazarlos, besarlos para calmarlos, etc. Formaba parte de su día. Con la pandemia, todo ello se perdió. ¡Imaginaos que nivel de desconexión sufrieron! De hecho, esta planta, fueron los primeros que potenciamos para que se pudieran tocar y ver con las familias cuando pudimos empezar con visitas. Utilizamos el arco de los abrazos (ese mecanismo hecho de plástico donde podían abrazarse, tocarse y besarse, sin tocarse directamente). Las visitas a través de las ventanas no las podían entender tampoco y se ponían más agresivos.
Respecto al resto de residentes, hay que decir que al irlos cambiando de planta y habitaciones en función de su estado, tuvimos que separar personas que estaban por afinidad en la misma habitación y ponerlas con otras personas con poca o nula conexión. En ese momento, echamos de menos tener más habitaciones individuales. También con los cambios de habitación, se perdieron enseres personales. Aun así, debo decir que el nivel de comprensión general por parte de las familias, fue muy satisfactorio. La gran mayoría, se hizo cargo de la situación tan anómala que estábamos viviendo y el gran esfuerzo que realizamos todo el equipo de profesionales. Aunque priorizábamos la salud, teníamos el deber de seguir manteniendo la parte más social y de ocio, aunque a menor escala. Muchos abuelos nos decían que no se morirían de Covid pero se morirían de pena. Se nos ponía un nudo en el estómago.
Los residentes más autónomos, fueron los que lo sobrellevaron mejor. La mayoría disponía de móvil, podían utilizar la Tablet perfectamente y varias veces al día, se llamaban con la familia. Les habilitamos en cada planta, un espacio de ocio común, donde tenían juegos de mesa, revistas y diarios y pusimos tv en todas las habitaciones para que pudieran distraerse y relajarse en privado, si lo necesitaban. Antes de la pandemia, pasaban la mayor parte del tiempo en las salas comunes, haciendo actividades, conversando entre ellos o saliendo a la calle. Ahora, no se podían mezclar y estaban divididos por zonas, en función de si tenían Covid o no, o eran contacto estrecho. Estaban sectorizados por zona verde o naranja o roja. Y en función del color, tenían un día a día más o menos restrictivo.
En fin, podría explicar muchas experiencias más. Gracias Josep de Martí, por darme este espacio para poder explicar cómo lo vivimos. Espero que esta situación tan difícil y complicada, nos enseñe y nos ayude a ser mejor personas y profesionales.
Montse Gutiérrez. Directora Llars de l'Amistat Cheshire. Residencia la Gavina.