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Concurso Relatos Cortos Lares. 60 días de confinamiento: Juan José García Gracia. Residencia Inmaculada Concepción

Concurso de relatos cortos de Lares.
Concurso de relatos cortos de Lares. (Foto: Lares)
Por Dependencia.info
miércoles 26 de mayo de 2021, 12:30h

2º Premio

Juan José García Gracia. Residencia Inmaculada Concepción (Alagón - Zaragoza) 74 AÑOS

60 días de confinamiento:

26 de mayo de 2020. ¡¡ Por fin!! Llegó el día tan esperado del fin del confinamiento, pudimos salir una hora y dar un pequeño paseo. ¿Sólo eso? ¿Y nos resultó satisfactorio?

La verdad, nos desilusionó el poco avance conseguido y, para mí fue el primer día que me sentí falto de libertad.

Tuvimos la misma plaza que siempre, pero la mitad de espacio porque sólo unos 200 m2 era el lugar del paseo autorizado.

Sentí como cuando esperábamos la apertura del confinamiento que, a los que no teníamos demasiada información, pasábamos días de angustia y horas interminables, pero que comprendíamos bien que los consejos que nos daban era necesario cumplirlos.

Era volver a empezar y nos sentíamos atrapados. Otra vez las restricciones habían sido aceptadas para los residentes, porque evitaba decir a los transeúntes que no se acercaran “según las normas” una y otra vez, y de no haber puesto esas limitaciones y una estricta vigilancia, se hubiera hecho muy difícil cortar el contagio. Siempre estamos expuestos, pero de momento aquí ha funcionado y eso nos daba moral.

Habían pasado 60 días y en ese tiempo no sentí ningún día esa sensación de atrapado sin salida. Así que miré bien esa plaza y a los pocos ancianos que la ocupaban; habían tomado los mismos sitios y las mismas actividades que antes… Hablar sentados en los bancos de siempre y tan juntos como siempre, pero esta vez vallados.

¿Por qué? Veníamos de estar sin salir 60 días por una razón: la lucha contra el virus, y esa razón nos sobraba para no sentirnos atrapados y encerrados.

Habíamos sido libres a pesar de las carencias que teníamos. No voy a decir que eran pocas. La falta de los seres queridos, las noticias contradictorias que teníamos…

Al principio el pánico. Después la comprensión de la situación difícil para algunos mayores, que no comprendían el porqué del distanciamiento. Pero sobre todo, siempre estaba latente el miedo a tal pandemia nunca conocida hasta entonces, y nosotros, los más débiles, a merced de sus estragos, esperando noticias de los nuestros y del cariz que iba a tomar.

Aun así, el ambiente dentro de la residencia “en principio muy preocupante” se tornaba alegre, distendido, y nunca falto de actividades que nos hacían pasar tantas horas de asueto en un lugar de esparcimiento.

Recuerdo los pocos días antes del confinamiento. Todo parecía difícil.

¿Quién se iba a encargar de nuestras necesidades?

¿Quién haría posible el contacto con los nuestros?

Teníamos más temor por los de fuera que por los que estábamos en la burbuja de nuestra convivencia. Burbuja que gracias a la decisión de quien lo dirige, tomó rápidamente la iniciativa, y puso en marcha las normas suficientes, tanto de estancia como de atención por todos y cada uno de los residentes.

Pronto se unieron en su afán de hacer las cosas bien los empleados, los mandos intermedios y los ancianos.

Los primeros días fueron agotadores, tanto para unos como para otros. Eso sí, cada uno en su función.

Tras unos días de nervios, ansiedad y cumplimiento de su responsabilidad fue todo encajando y se convirtió, de un lugar para viejos, en un lugar para ancianos que, pese a sus edades, intentaban ayudar lo más posible, dejando trabajar a una mente anciana pero lúcida en una mente vieja que no sabe cómo arrancar en las situaciones difíciles.

Estábamos muy contentos a pesar de las malas noticias que llegaban del exterior sobre el desarrollo de la enfermedad en otras residencias, y nosotros por suerte, o por las cosas bien hechas… o ambas a la vez, vimos pasar esos 60 días sin un caso de contagio.

Nos daba fuerza desde la cabeza de la dirección, hasta cualquiera de nosotros.

La dirección se involucró con nosotros y no había día que no viéramos a alguien de esa dirección haciendo videos que unía a cada residente con la familia.

No había día que cada terapeuta sacara de los más hondo de sí el mejor carácter, la mejor sabiduría para aumentar la moral de todos: juegos, cantos, bailes, música y actividades muy diversas que nos hacían reír.

No había día que no nos fuéramos a la cama sin tener nada que comentar, pues siempre los días eran distintos y nos hacían avanzar en el tiempo.

Siempre había alguna nota discordante, pero eso es natural y así con naturalidad se fue aplacando y bajando las hostilidades.

Así hemos llegado hasta hoy. Hemos aprendido muchas cosas, entre ellas, convivir mejor, comprender las necesidades y más aún las necesidades urgentes.

Aún seguimos alerta, esa alerta no se puede bajar. Sólo podemos enseñar lo aprendido y tomar como bandera saber:

-Que te ayuda a quien ayudas.

-Que te entiende al que comprendes.

-Que te comprende al que le das cariño.

Y esa es la máxima más importante de una residencia.

El primer motivo para venir a una residencia es recibir paz, cariño y comprensión. Y así haremos lugares de paz y cariño, y recordaremos siempre este trance, a quien nos sacó del mismo y quien supo estar en su sitio y dar más de lo que pudo.

Y podremos repetir el título de esa película: “No es país para viejos”, en lo que es el día de hoy: Es un país para ancianos. Sensibles, cariñosos, con mil historias vividas y que por circunstancias están solos y necesitan todo el amor y cariño que les podamos dar y compartir.

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