El ejercicio físico en la Tercera Edad es un elemento esencial para mantener una buena salud pasados los 65 años. El acondicionamiento del cuerpo no sólo es beneficioso desde un punto de vista orgánico, sino que también fomenta una buena calidad de vida, eleva la autoestima y asienta la independencia y la capacidad funcional de la persona en su día a día.
Además, la práctica del ejercicio a una edad avanzada fortalece tanto huesos como músculos, incrementa la elasticidad, mejora el sistema inmunológico y la eficacia del aparato cardiorrespiratorio. También reduce considerablemente el riesgo de padecer obesidad, diabetes (en especial la de tipo 2), índices elevados de colesterol y estrés.
Sin embargo, con la llegada del verano las opciones de prácticas de deporte o ejercicio se restringen por las elevadas temperaturas y el riesgo a sufrir insolaciones o deshidratación, así como agravar patologías preexistentes en las personas mayores.
De este modo, a la hora de continuar con el hábito de la práctica del ejercicio durante la época estival se deben tener en cuenta, no sólo la condición física del individuo, su grado de movilidad, su predisposición y motivación hacia el esfuerzo, sino el abanico de posibilidades al alcance de la persona.
Con la llegada del calor, uno de los temas más importantes a tener en cuenta a la hora de hacer ejercicio son las elevadas temperaturas que se pueden llegar a alcanzar en casi toda España. Así, cobran especial valor aquellos deportes que pueden practicarse en o cerca del agua, ya sea en el mar, piscinas, lagos o ríos.
Supervisados por personal especializado que pueda prevenir cualquier accidente, la natación o la gimnasia acuática son dos disciplinas idóneas para personas mayores, pues facilitan el ejercicio aeróbico y anaeróbico en ambientes frescos y amenos, al tiempo que reducen el impacto articular y el estrés muscular.
También dar paseos o montar en bicicleta, ya sea solos o acompañados, por núcleos urbanos o en la naturaleza, pueden resultar dos actividades muy gratificantes, siempre y cuando se realice en las primeras horas del día o al final del mismo, evitando la mayor incidencia solar.
En cuanto a la duración del ejercicio, los especialistas médicos sostienen que, para la época veraniega, dos o tres sesiones a la semana de un máximo de 40 minutos son suficientes para adquirir un hábito saludable y ver pronto los resultados beneficiosos en el organismo.
Otro consejo habitual es que no se empiece de golpe con el ejercicio, pues el cuerpo necesita un pequeño periodo de acondicionamiento y adaptación antes de someterle a un esfuerzo. Por ello, es muy importante una pequeña rutina de calentamiento previa y también una de estiramientos a posteriori para evitar lesiones musculares o articulares.
Asimismo, se recomienda que la intensidad de la práctica se sitúe en torno al 60 o 70 por ciento de la capacidad individual, pues ese porcentaje lo hace suficientemente exigente como para mejorar el aparato cardiorrespiratorio pero deja margen para evitar mareos, náuseas o desmayos. En cualquier caso, se pide a las personas mayores que paren automáticamente de hacer ejercicio si empiezan a sentirse mal durante la práctica del mismo y consulten con un especialista.