Hay lugares que uno visita con interés y sale con buena impresión. Y hay otros que, sin necesidad de hacer aspavientos, te ganan por dentro. Eso nos pasó en nuestra visita a la residencia y centro de convivencia Biomosu, en el marco del viaje geroasistencial a Japón organizado por Inforesidencias.com y que es el viaje número 50 que hemos organizado desde que en 2007 fuésemos a Suecia a conocer en primera persona el sistema escandinavo de atención a personas mayores.
Al llegar al edificio, uno ya nota que aquí no se ha improvisado nada. La arquitectura es funcional, pero no fría. Moderna, pero no exhibicionista, una especie de Ikea japonés. Un equilibrio que, a lo largo del recorrido, se repetiría en muchos otros aspectos. Porque Biomosu, que forma parte del proyecto Chiiki Kyosei Plaza (Plaza de convivencia regional), no es solo un lugar donde viven personas mayores. Es un espacio pensado para convivir, para cuidar y dejarse cuidar, para cruzarse con niños que juegan, personas que trabajan, voluntarios que pasan y vecinos que entran porque “este centro también es suyo”.
Mucho más que una residencia
Biomosu forma parte de una entidad de carácter social, 一粒 (Hitotsubu), cuyo nombre ya es toda una declaración de intenciones: “la semilla”. Una simiente de la que esperan que germine una comunidad.
La residencia en sí ofrece habitaciones individuales, a diferencia de otras residencias que hemos visitado en este viaje en las que existen hasta de cuatro camas, zonas comunes, espacios de baño pensados para eso: bañar en bañera, una costumbre japonesa que se respeta en todas las residencias que hemos visitado. Todo ello en un edificio bastante nuevo y accesible.
Pero lo que hace original a esta residencia es su vocación intergeneracional. Porque, además de mayores, tienen una guardería: la Hōikusitsu Biomosu. Y no está escondida en una esquina del edificio. No. Está integrada y a la vista.
En Biomosu, nos cuentan, los niños aprenden que envejecer no es algo raro ni lejano. Los mayores, por su parte, reciben visitas cotidianas de pequeños que les recuerdan la vida que sigue. Y los profesionales del centro ejercen de puente, de facilitadores intentando crear y fomentar vínculos.
Una pedagogía que respeta
En la parte dedicada a la guardería, nos llamó la atención su enfoque: “jugar con energía, comer bien, dormir bien”, y así criar a niños y niñas alegres, con corazón amplio, que respetan la vida propia y ajena. Esto último lo he sacado de un díptico que nos entregaron usando Google Translator para entenderlo.
Un centro que respira comunidad
Otro detalle que nos encantó fue la manera en que Biomosu se vincula al barrio. No es un centro cerrado en sí mismo. Tiene zonas visitables, espacios multiusos, un pequeño café comunitario (el Café もも) situado a la entrada y donde pudimos comer, además de la firme intención de ser parte activa del entorno, no un ente aparte.
Gestión, propósito y emoción
La entidad gestora, como ya he mencionado, es 一粒会 (Hitotsubu-kai), y lleva desde 2001 trabajando en proyectos sociales y asistenciales. En Biomosu confluyen sus principios: el respeto por la dignidad individual, el cuidado centrado en la persona y la idea de que cada ser humano, tenga la edad que tenga, merece un entorno donde pueda desplegar su vida con sentido.
Algo que nos hizo gracia durante la visita, y de lo que he puesto una foto, es que tenían un robot de cartón hecho con cajas por parte de los niños de la guardería. Eso me hizo pensar que llegamos a Japón esperando ver mucha robótica y tecnología, y resulta que nos ha impresionado más la parte de modelo. Es cierto que hemos visto “cosas tecnológicas” sorprendentes, como el uso extendido de cámaras dentro de las habitaciones, pero ni mucho menos lo que pensábamos desde España.
Después de unas horas, de poder comer en el centro y de poder también visitar la residencia para personas menores con discapacidad que ocupa el edificio anexo, donde también hay talleres de pastelería y una pequeña fábrica de tofu, la experiencia nos dejó una mezcla de emociones agradables: admiración por el diseño, alegría por ver que lo intergeneracional puede funcionar.
Hemos visto unas buenas instalaciones, con unidades de convivencia, y una interesante filosofía clara detrás, una semilla, como su nombre indica, que se ha plantado con mimo y que está dando fruto.
La sensación general al hablar con los asistentes al viaje es que ese día aprendimos cosas.