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Crónicas japonesas (1): Del Japón envejecido al Japón que cuida

Viaje geroasistencial a Japón organizado por Inforesidencias. (Foto: Inforesidencias).
Josep de Martí | Martes 27 de mayo de 2025
El Kaigo Hoken, un modelo que prioriza la atención personalizada y la inclusión social. Su enfoque innovador y comunitario ofrece lecciones valiosas para otros países, como España.

Durante el primer día del viaje geroasistencial a Japón de mayo/junio 2025, un momento revelador fue la charla que nos ofreció la experta Mónica Mizuno. Mónica no solo conoce el sistema desde dentro -ha trabajado durante más de 15 años en diferentes recursos asistenciales-, sino que sabe explicarlo con la claridad de quien ha convivido con los problemas y ha visto lo que funciona. Además, nos lo explicó en español, lo que es una ventaja en estos viajes.

Japón es, sin duda, el país más envejecido del mundo. En 1965, había nueve trabajadores por cada persona mayor. Hoy, apenas llega a dos, y se prevé que para 2050 esa proporción caiga a uno. Una sociedad donde un 30% tiene más de 65 años (en España estamos en el 21%) y donde ya hay casi 100.000 centenarios, sabe desde hace años que no puede confiar exclusivamente en la familia o en las buenas intenciones. Necesita estructura, leyes, financiación… y mucha innovación para afrontar el reto.

Uno de los aspectos que más me impresionó de la conferencia de Mónica fue conocer la rapidez del sistema de ayudas. Para acceder a los servicios del seguro de cuidados de larga duración (Kaigo Hoken), se requiere una solicitud, se evalúa la situación del solicitante y, si se aprueba, se elabora un plan personalizado de atención. Todo ello en un plazo máximo de un mes. En España, donde los plazos de valoración de dependencia se eternizan, esto suena casi utópico. Pero no lo es. Simplemente han organizado el sistema de modo que priorice lo esencial: la necesidad de quien ya no puede esperar.

El Kaigo Hoken, que entró en vigor en el año 2000, se financia mediante aportaciones obligatorias de todos los ciudadanos a partir de los 40 años. En el momento en que una persona requiere cuidados, el Estado cubre el 90% del coste y el usuario el 10%. Para las rentas más bajas, existen exenciones y ayudas. El sistema se basa en tres principios: apoyo a la independencia, mantenimiento de la seguridad social y garantía de calidad.

¿Y qué cubre el Kaigo Hoken? La lista es extensa, pero se puede resumir en tres grandes bloques:

  • Servicios domiciliarios: ayuda a domicilio, asistencia personal, visitas de enfermería, entrega de comidas, limpieza del hogar, y alquiler de equipos como camas articuladas o sillas de ruedas. También incluye la adaptación del hogar (barandillas, eliminación de escalones...).
  • Servicios diurnos y ambulatorios: centros de día con rehabilitación, baño asistido, terapia ocupacional, actividades sociales y comidas. Muchos usuarios viven con sus familias y acuden a estos centros durante el día.
  • Servicios residenciales e institucionales: acceso a plazas en residencias, hogares de cuidado, estancias temporales por respiro familiar o recuperación hospitalaria. Se prioriza siempre que la persona se mantenga en su entorno habitual el mayor tiempo posible.
  • En este sentido, Mónica nos habló de los "Group Homes", pequeñas unidades de convivencia donde residen hasta nueve personas con demencia. Allí, todo se organiza para que la vida siga siendo vida: cocinan, limpian, se ayudan mutuamente, y las cuidadoras no se esconden tras un uniforme sino que participan como una más. Es un modelo que combina asistencia y dignidad, y que además se adapta mejor a una realidad en la que el personal escasea.

    Ese compromiso no se limita a los profesionales. Desde 2005, Japón ha desplegado un programa nacional de formación y sensibilización en demencia. Gratuito y abierto a toda la población, busca formar a millones de ciudadanos para que reconozcan señales de deterioro cognitivo, sepan cómo actuar y, sobre todo, no estigmaticen. Se enseña en universidades, oficinas, estaciones de tren, hoteles o bancos. La idea es simple y poderosa: una sociedad donde todos entendemos la demencia es una sociedad más amable, más segura y más preparada.

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    En el centro de todo este entramado está la figura del care manager. Es un profesional; enfermero, trabajador social o cuidador con experiencia y formación específica, que se encarga de elaborar y coordinar el plan de atención individual de cada persona mayor. Evalúa, contacta con los servicios, hace el seguimiento y ajusta el plan si cambian las circunstancias. No es un burócrata; es alguien que conoce al usuario, a su familia y al entorno. Es, en definitiva, el pegamento del sistema.

    Ahora bien, ¿cuánto cuesta una residencia en Japón? Depende, como en todas partes. En general, para un centro público o concertado donde la persona aporte al Kaigo Hoken, el copago mensual puede oscilar entre 60.000 y 150.000 yenes (entre 350 y 900 euros), dependiendo del nivel de dependencia y de los servicios requeridos. Para plazas privadas sin cobertura pública, los precios suben considerablemente.

    ¿Y el personal? Los salarios no son altos. Una cuidadora profesional (kaigo fukushishi), con titulación y experiencia, puede ganar entre 200.000 y 350.000 yenes al mes (unos 1.200 a 2.000 euros). En muchas zonas, ese salario apenas cubre el coste de la vida. El Gobierno ha intentado mejorar las condiciones mediante subsidios y programas de mejora salarial, pero sigue siendo un reto atraer y retener talento, especialmente en zonas rurales.

    En un momento de la presentación, en que Mónica nos habló de su trabajo en un complejo asistencial que presta diferentes servicios dirigidos a personas mayores y con discapacidad nos dijo algo que me quedó grabado: “Lo que buscamos no es solo cuidar, sino que las personas puedan seguir sintiéndose personas”. Esa frase resume el espíritu de un modelo que, con todas sus limitaciones y tensiones, se ha construido desde el respeto, la planificación y una mirada comunitaria. Un modelo del que Europa, y particularmente España, podría aprender mucho.

    Sigo en Japón desde donde sé que volveré con más preguntas que respuestas, pero también con la certeza de que otros modelos de cuidados son posibles y existen. No hay que intentar copiar, pero sí empezar a preguntarnos qué queremos, a qué velocidad y con qué valentía. Porque cuidar a quienes cuidaron de nosotros no debería ser una opción. Debería ser un reflejo de la sociedad que aspiramos a ser.

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