Opinión

Atención Centrada en la Persona (ACP): ¿Estamos construyendo una solución real en España?

Juan Miguel Cabello Neila, director general en Gerotrans. (Foto: Gerotrans).
Juan Miguel Cabello Neila | Lunes 30 de diciembre de 2024

A nadie le sorprende que la Atención Centrada en la Persona (ACP) haya cobrado un protagonismo indiscutible en el ámbito sociosanitario en España. Normativas, licitaciones y proyectos hacen referencia constante a este enfoque, que promete humanizar la atención, entre otros, a las personas mayores. Sin embargo, dada la lenta expansión, dificultad en su aterrizaje y después de años de conferencias, publicaciones y debates, cabe preguntarse si no estamos perdiendo de vista aspectos esenciales para la normal prestación del servicio sociosanitario.

La verdad es que la ACP no es un concepto nuevo pero su popularidad ha alcanzado niveles en los que no hay reunión, jornada, congreso e incluso normativa, como he comentado, que no apelen a los puntos estratégicos o rectores de su filosofía. Tanto que, en muchos casos, parece más una herramienta de marketing que una estrategia implementada de manera genuina. El problema surge cuando se intenta aplicar esta filosofía en contextos donde los recursos son escasos, las infraestructuras están desfasadas y el personal está sobrecargado. Parece claro que sin inversión en formación, tiempo y recursos podría este modelo estar generando expectativas desproporcionadas que, de no cumplirse, podrían desmotivar aún más a un sector ya tensionado.

El marco de las preguntas clave: ¿Por qué? ¿Qué? y ¿Cómo?

Para comprender las dudas generadas conforme a la aplicación quizá sea importante hacer tres preguntas clave para la aplicación de modelos que soporten la ACP: ¿Por qué? ¿Qué? y ¿Cómo?

Cuando nos preguntamos el “Por qué” hablamos de la necesidad real de los servicios desde la perspectiva de la persona. Aquí se trata de entender, más allá de los estándares generalizados, qué espera y necesita cada individuo en su experiencia diaria desde el punto de vista social pero también desde el de la Salud. ¿Qué aspectos de su vida requieren apoyo o mejora? La ACP debe partir de una valoración profunda y personalizada que coloque las necesidades individuales en el centro. Y reitero, no solo son necesidades sociales.

El “Qué” se refiere al diseño y propuesta de servicios que respondan al "Por qué". Los recursos y programas deben alinearse directamente con las necesidades identificadas. No basta con ofrecer servicios genéricos; estos deben diseñarse a medida para responder de forma coherente y efectiva a las demandas reales de las personas atendidas.

Finalmente, el "Cómo" se centra en el modo en que se prestan esos servicios, aplicando los principios fundamentales de la ACP. Esto implica personalización, flexibilidad y respeto por las preferencias de cada persona. La forma de atención no solo debe ser eficiente, sino también empática y digna, promoviendo la autonomía y la participación activa del usuario.

Es quizás a través de estas tres preguntas que abro otro melón: ¿se nos ha quedado pequeño o simple el catálogo de servicios de la LAPD para que la persona pueda elegir conforme a sus verdaderas necesidades (más sociales o más sanitarias)? Bueno… no me disperso ahora, aunque bien merece otro artículo, y sigamos con la ACP.

Aunque la ACP, de supuesto corte integral, aboga por la flexibilidad y la adaptación a las necesidades individuales, su aplicación en ocasiones resulta rígida y estandarizada. Los programas formativos y protocolos, aunque bien intencionados, muchas veces no consideran las limitaciones reales de los centros ni las dinámicas laborales cotidianas. Esto genera frustración en los equipos, que ven sus esfuerzos deslegitimados por modelos que no siempre son viables en la práctica.

Y un problema recurrente es que la ACP se diseña desde perspectivas externas, por expertos y filósofos más cerca de las ideas que del día a día de los centros sociosanitarios. Esto genera una desconexión entre los principios teóricos y las realidades del sector, donde el tiempo y los recursos son bienes escasos. Además, la tendencia a presentar la ACP como una verdad absoluta puede desmotivar (y de hecho lo hace en muchas ocasiones) a los profesionales, quienes a menudo son señalados como resistentes al cambio cuando expresan dudas o dificultades.

Si a lo anterior añadimos que las Administraciones, aun siendo responsables de garantizar una atención de calidad, muchas veces parecen limitarse a promover la ACP en normativas como un ideal y sin proporcionar el apoyo necesario para su implementación, nos encontramos de nuevo ante una losa en vez de ante un reto. Sin políticas robustas, financiación adecuada y un seguimiento constante, esta filosofía corre el riesgo de quedarse en un simple eslogan, incapaz de generar el cambio que promete.

El verdadero reto para la ACP radica en adaptarla a las condiciones reales de los centros. Esto implica escuchar a los equipos, reconocer las limitaciones del sistema, invertir en recursos adecuados y fomentar una cultura de aprendizaje continuo. Sin estas acciones, la ACP corre el riesgo de convertirse en una burbuja más, llena de promesas que nunca se materializan. Y El éxito dependerá de nuestra capacidad para alinear el Por qué, el Qué y el Cómo de la persona con las posibilidades y realidades del sector. Si no logramos responder de manera efectiva a estas preguntas fundamentales, el riesgo de que la burbuja estalle será cada vez mayor.

Al final, la verdadera medida de la ACP será su impacto real en la calidad de vida de las personas mayores y en la mejora de las condiciones laborales de los equipos que las cuidan… ¿Alguien lo está midiendo?

Juan Miguel Cabello Neila es director general de Gerotrans

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