Este año, más que nunca, es necesario un período de desconexión. A pesar de las buenas intenciones del Departamento, nos encontramos de nuevo frente a un muro de frontón que supone un ahogo permanente para todas las residencias que intentamos hacer nuestro trabajo de la manera más profesional posible.
Además, este mes de julio se publicó el nuevo convenio colectivo de forma definitiva en el BOE, con el que las empresas tenemos la obligación de realizar todas las subidas salariales; en cambio, a día de hoy, aunque los presupuestos fueron aprobados el pasado mes de marzo y que el día 1 de junio se firmó un acuerdo entre entidades, sindicatos y Departamento, todavía no tenemos las tarifas actualizadas del año 2023, con el perjuicio que esto supone.
Para añadir más leña al fuego, las noticias que aparecen en los medios son cada vez peores para los intereses de nuestro sector: sólo se escriben artículos para denunciar malas praxis de algunas residencias, pero, en estos momentos, todavía esperamos artículos que hablen del trabajo que realizamos la gran mayoría de residencias. Gracias a las horas de dedicación y al trato cercano y familiar que imperan en la gran mayoría de los centros, nos permite atender a nuestros usuarios como si fueran uno más de la familia.
Lejos han quedado aquellos aplausos y ese calor que recibíamos de la sociedad por el trabajo y las condiciones materiales que tuvimos que soportar durante la época de la pandemia. Ahora todas las residencias, a ojos de la gente de la calle, somos máquinas de hacer billetes que no atendemos de forma digna a nuestros usuarios.
A medida que pasa el tiempo, se hace más imperiosa la necesidad de una unidad de acción real entre entidades y patronales que desarrollan esta actividad empresarial que nos permita conseguir una mejora de condiciones que, al fin y al cabo, repercuta en las personas que son merecedoras: ¡Nuestros usuarios!
¡Que tengáis unas buenas vacaciones!