Querido lector. Con esta parte termino lo que empecé a contarte en Dependencia.info hace dos números. Tras Verdades que no lo son sobre el Sistema de Dependencia y Una ley de expectativas frustradas, lo hago con un tema que está lleno de dogmas y con una expresión (“profesionalizado”) que de tanto ser usada parece que todos somos más profesionales solo por ello.
Desde Lares tenemos percepciones diferentes de la profesionalización del sistema de dependencia que quiero compartir contigo a partir de otras otras expresiones tópicas y típicas:
Primera tópica. Se dice que, al menos, la Ley de la Dependencia ha supuesto la profesionalización de los cuidados de larga duración. Esto es cierto, sin embargo, no lo es cuando se afirma que La ley de dependencia apostó por la profesionalización del sector. Este tópico responde, a nuestro modesto entender, a un interés mercantil o de representación sindical por el desarrollo del negocio y, con ello, las posibilidades de representación de trabajadores. Por más que se repita, no es cierto. Profesionalizar es dar las herramientas a quien quiera atender, incluidos familiares y voluntariado, para que lo hagan de forma profesional, con criterio, no sólo con buena voluntad. No olvidemos que el propio Libro Blanco ya preveía que 1 de cada 3 personas requerirían cuidados informales. Nos hemos quedado en profesionalizar trabajadores por cuenta ajena.
Por otro lado, profesionalizar los cuidados nunca puede ser simplemente adquirir conocimientos técnicos. Ya se sabe que los conocimientos se adquieren más fácilmente que las competencias profesionales asociadas al rol de cuidador (la pasión por ese trabajo, la compasión que va más allá de la empatía, la actitud de servicio, el trabajo en equipo…): Nada de eso se da en certificados de profesionalidad. En Lares queremos que esta sea nuestra seña de identidad.
Segunda tópica. Es en este punto en el que aparece un nuevo tópico: los cuidados por familiares perjudican la salud de las personas. Esta afirmación sigue respondiendo a una percepción en pura clave sanitaria, lejana a la visión moderna del concepto salud. Las personas preferimos ser atendidas en nuestras casas y, si es posible, por seres queridos. Esto no es un argumento en contra del progreso. Es sentido común en una sociedad que tradicionalmente se ha armado sobre lazos familiares. Vivimos en una sociedad que fabrica soledad y en la que pareciese que todo puede ser comprado con dinero, incluso el cariño asociado a complementar la autonomía. No es así.
Podría pensarse que el objetivo del sistema sanitario e industria farmacéutica ha sido salvar vidas, sin embargo, debiera ser vivir mejor, no más tiempo. Paradójicamente, algunos promueven se regule acabar con la vida olvidando que un buen Estado debe trabajar por acabar con el sufrimiento.
Este es el dato: la esperanza de vida saludable ha descendido 1,3 años respecto a la década anterior; el 70% de las personas mayores de 65 años tienen algún problema crónico; el 70% de las muertes serán por enfermedades relacionadas con enfermedades no transmisibles. Nutrición buena, ejercicio y lucha contra la soledad. ¿Cuándo empezaremos a tomarnos en serio las cosas?
No negaremos que el sistema de dependencia está generando y supone una gran oportunidad de empleo. Es verdad, pero está mal retribuido y es de baja calidad. A nuestro juicio intervenimos en exceso en la regulación de las relaciones laborales y eso perjudica mucho su calidad, y quizá este ánimo intervencionista tenga una causa: hay cierta desconfianza social en que mejores condiciones puedan ser promovidas de motu propio por los proveedores de servicios. Reflexión toca.
Resulta pues chocante que siendo así, en toda Europa exista un similar desafío: superar la futura escasez de personal que quiera cuidar. Somos un sector de tránsito para algunos, de refugio para otros, duro para todos; un sector en el que el cuidador piensa que nadie piensa en él; un sector en el que los profesionales sanitarios se consideran escasamente reconocidos. Podemos seguir silbando como si nada pasa (mala estrategia) y contribuyendo con nuestra acción u omisión a la consolidación de un sistema sanitario low cost.
Es evidente que no puedo terminar esta tribuna sin esta reflexión final: España necesita repensar su cartera de servicios sanitarios y la sostenibilidad de dicho sistema, pues la cronicidad, el aumento de la esperanza de vida y la disminución de la natalidad afectan a juicio de muchos a su sostenibilidad. Pero la solución no puede ser generar un sistema sanitario paralelo, financiado por los servicios sociales, con profesionales más baratos y con peores condiciones laborales, y con un copago que no parecer permitirse en el sistema sanitario a tenor de la dialéctica gobierno – oposición y la oposición social, entendible, sobre este tema. El absurdo es tan grande que las personas acaban pagando a veces y co-pagando otras los servicios sanitarios (que deberían ser públicos), realizados desde residencias de personas mayores o con discapacidad. Todos los agentes sociales deberíamos no reclamar, EXIGIR, que sanidad asumiera TODOS los gastos y servicios sanitarios de los centros residenciales.
Tratándose de profesionalizar y de regular relaciones laborales entran en juego las patronales. Sobre ellas hay otra afirmación que todavía no es tópico, pero algunos se han marcado como objetivo que lo sea: da igual donde asociarse porque al final todas las patronales defienden lo mismo. En cada asociación priman intereses diferentes y a veces contrapuestos. Pueden coincidir a veces en lo que piden o defienden, pero no en el por qué lo hacen, y esto último afecta, y mucho, al futuro.
Como mínimo deberíamos avanzar en la construcción de un sector en el que prime la empresa social. En Lares cabe toda entidad sin ánimo de lucro que defienda los valores que hicieron nacer Europa: el humanismo cristiano. Mi compromiso como Presidente de Lares siempre ha sido y es uno: estar solo para sumar; sumar para crecer; crecer para influir; influir para lograr. Quienes piensan que al margen de las asociaciones se consigue lo mismo posiblemente se han acostumbrado a una cosa: mirar las cosas con la perspectiva de un grano de arena a otro en el fondo de un vaso. Es tiempo de cambiar la óptica y sumar.
Juan Ignacio Vela es el presidente de Lares