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¿Está la comunidad dispuesta a abrir las puertas a las residencias?

martes 22 de octubre de 2024, 16:07h
Carol Mitjana CEO y Co-Founder de Gran3dad.
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Carol Mitjana CEO y Co-Founder de Gran3dad. (Foto: Carol Mitjana)

En los últimos años, he sido testigo de cómo el sector geroasistencial enfrenta una crisis profunda y sistemática que no conoce fronteras. La falta de profesionales no es un problema puntual, sino la consecuencia de un sistema agotado y poco atractivo, un modelo asistencial que se ha fosilizado en procedimientos anticuados y rígidos. Estos protocolos, diseñados en un despacho y alejados de la realidad diaria, nos alejan de lo más importante: ofrecer un cuidado verdaderamente humano y digno a nuestros mayores.

Entonces, me pregunto con urgencia: ¿hacia dónde estamos yendo?

Hace poco, un compañero me comentaba que en España, los grandes grupos del sector están vendiendo sus activos, pero manteniendo la gestión, siguiendo la misma estrategia que adoptó el sector hotelero hace algunos años. Este movimiento me resulta revelador. Basta con ver cómo ha cambiado el mundo hotelero en las últimas décadas. Antes, los hoteles eran estructuras funcionales, casi monótonas: ofrecer una cama para dormir y un lugar para desayunar. Hoy, en cambio, son espacios llenos de vida que ofrecen experiencias diversas y personalizadas.

¿Y qué hemos hecho nosotros en el sector geroasistencial?

Mientras otros sectores se reinventaban, hemos levantado una institución asfixiada por la burocracia, normalizando detalles absurdos como registrar la ingesta diaria de tres vasos de agua por usuario. Nos hemos convertido en guardianes de procedimientos que, muchas veces, deshumanizan la atención que tanto defendemos. ¿Cómo llegamos a este punto, donde el protocolo pesa más que la dignidad del cuidado? ¿Por qué hemos aceptado estas prácticas casi sin cuestionarlas?

El ejemplo del sector hotelero no debe llevarnos a imitarlos de forma literal, sino a aprender de su capacidad de adaptación. Los hoteles supieron transformar sus espacios en algo más que un lugar donde pasar la noche. Mientras tanto, nuestras residencias siguen cerradas, escondidas del resto de la sociedad, como si fueran espacios aislados donde la vida se mide en procedimientos y no en experiencias significativas.

Es hora de dejar atrás la mentalidad de un sector "pupas", esa actitud que nos ha encadenado a la queja constante: que falta personal, que falta financiación, que faltan camas... Siempre falta algo, siempre estamos mirando lo que no tenemos. Pero ¿y si cambiamos el foco? ¿Y si en lugar de centrarnos en lo que falta, empezamos a invertir de verdad en lo que ya tenemos, en lo que sí podemos construir? Podemos comenzar a reinvertir en nuestras estructuras, en formar y motivar al personal, en dar identidad y valor a nuestra marca como sector.

Nuestra tarea debe ser la de abrir las residencias a la comunidad. Promover el contacto intergeneracional, donde los mayores no solo reciben atención, sino que se convierten en parte activa de una sociedad que no los olvida. Esto pasa por construir residencias con un enfoque diferente, con una arquitectura más clásica y cálida, pero también con una mentalidad más moderna y abierta. Residencias donde la atención centrada en la persona no sea solo un eslogan, sino una realidad palpable. Sin embargo, la pregunta que debemos plantearnos es: ¿está la comunidad dispuesta a abrir sus puertas a las residencias?

Nuestra transformación no será completa si no logramos cambiar también la percepción que la sociedad tiene de nosotros. No basta con abrir nuestras puertas, debemos trabajar para que la comunidad quiera entrar, que vea en nuestros centros no lugares cerrados e impersonales, sino espacios de encuentro, convivencia y crecimiento. Debemos generar alianzas, establecer puentes y hacer ver que una residencia puede y debe ser un lugar vivo, lleno de significado para todos.

Este es el reto que tenemos ante nosotros: dejar de ser meros espectadores de lo que nos falta y empezar a construir lo que realmente queremos ser. Si conseguimos que la sociedad vea en nuestras residencias lugares de vida y no de simple atención, habremos dado el paso crucial hacia un modelo que no solo cuida, sino que enriquece la vida de todos los que participan en él.

Si tenemos el coraje de enfrentar esta crisis, no solo podremos mejorar; podremos reinventar el sector. Si nos atrevemos a romper con las cadenas de la burocracia y a desafiar lo que siempre hemos dado por sentado, construiremos un espacio donde nuestros mayores no solo sobrevivan, sino que realmente vivan.

Este es el desafío que tenemos ante nosotros: transformar una crisis en la oportunidad de cambiar radicalmente, de construir un sector digno y justo, a la altura de las personas a las que cuidamos y de los profesionales que merecen condiciones dignas para hacerlo.

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