En Alemania, el sistema de seguridad social del Estado de Bienestar tiene una larga tradición que se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, siendo el canciller Bismarck quien implanta el seguro de enfermedad.
No será hasta la finalización de la II Guerra Mundial que los países de la Europa más avanzada fueron adoptando el modelo del Estado del Bienestar, logrando disminuir la pobreza absoluta, las tensiones sociales y aumentar el crecimiento económico, siendo conscientes de que quienes han soportado realmente con sus impuestos el Estado de Bienestar son los mismos que luego reciben la mayoría de las prestaciones: las familias trabajadoras que ingresan principalmente salarios. La rentas del capital han estado comparativamente muy desgravadas con el argumento de que en caso contrario la inversión privada huiría.
Las crisis del petróleo de los años setenta trajeron consigo un incremento de la pobreza y de las desigualdades sociales, cuestionando el Estado del Bienestar.
A partir de los años noventa y con continuidad en la segunda década del siglo XXI la globalización económica y la revolución científico-tecnológica han acarreado un alto nivel de desigualdad social y riesgos elevados de pobreza y exclusión socia,l lo que ha llevado a la opinión pública a exigir un fortalecimiento del Estado del Bienestar y convertirlo en una de las prioridades políticas.
Analicemos los cuatro modelos del Estado del Bienestar:
El modelo socialdemócrata o nórdico incluye a Suecia, Noruega, Dinamarca, Islandia-esperamos poder verlo en el próximo viaje de Inforesidencias- y Finlandia, donde el mercado tiene menor protagonismo que el Estado y son tomados como estándares del máximo desarrollo del Estado del Bienestar por la extensión y el perfeccionamiento que este ha alcanzado en ellos y donde cualquier ciudadano tiene derecho a la protección social por el mero hecho de serlo. Esta se implanta mediante seguros que no se financian con las contribuciones voluntarias de los trabajadores, sino a través de impuestos.
El modelo liberal o anglosajón se basa en que el mercado tiene primacía en cuanto a la provisión de bienes y servicios relacionados con el bienestar.
El modelo conservador tiene su financiación mediante las contribuciones de los trabajadores y sus salarios y donde los interlocutores sociales tienen un papel fundamental. Las personas y las instituciones son las responsables primeras de la construcción de la sociedad y del bienestar de la misma, mientras que el Estado debe apoyar y favorecer estas iniciativas, supliendo la iniciativa privada en caso de necesidad.
Alemania siempre se ha considerado un prototipo de este modelo. El gobierno democristiano de Helmut Kohl de los años ochenta y noventa del siglo pasado comenzó a transformar dicho modelo, teniendo que lidiar con las implicaciones económicas de la reunificación. Las reformas del socialdemócrata Gerhard Schröder introdujeron una mayor flexibilidad en los programas sociales para aumentar la competitividad de la economía.
Finalmente, el modelo del sur del mediterráneo donde se engloba a España. El sistema protege y mantiene un nivel de ingresos por vías claramente conservadoras, pero guarda similitudes con el modelo nórdico en la organización de la asistencia sanitaria, mientras que la intervención del tercer sector introduce un grado alto de mercantilización en la asistencia social.
Hoy en día nos percatamos que debemos dar respuesta a los desafíos de la sostenibilidad fiscal, el crecimiento demográfico con la generación del “baby boom” y la globalización. Todos tenemos un problema en común: queremos un Estado del Bienestar más grande que los impuestos que estamos dispuestos a pagar por él. La era de la austeridad presupuestaria fue fruto de un consenso económico que se inició a principios de los años setenta y que se ha extendido a la política social.
Es fácil predecir un incremento en la demanda de servicios sanitarios y de cuidados a largo plazo por el crecimiento del número de personas de más edad, a la vez que la población activa disminuirá a medida que se estreche la base de la pirámide de población y aumente el número de jubilados.
Existe hoy una contradicción dado que el capitalismo no puede coexistir con el Estado del bienestar pero tampoco existir sin él. Unas contradicciones que hemos visto bien patentes en Alemania por la dificultad de proveer a los servicios asistenciales del personal sanitario necesario y del que también sufrimos en España. Y ya sabemos que sin recursos humanos es imposible implementar ninguna política asistencial.
Sin embargo, las claras diferencias del nivel de infraestructuras, equipamientos y de calidad asistencial entre Alemania y España en los años setenta se han ido acortando y hoy en día, tanto en un aspecto como en otro creo objetivamente que no tenemos nada que envidiarles.
Miquel Cabús