En la sociedad actual de nuestro entorno, según la pirámide sociodemográfica que muestra una creciente longevidad, hay que apostar por proyectos intergeneracionales que combinen el impulso de la juventud con la experiencia de las personas mayores, tendencia que comienza a abrirse paso en un momento donde, más allá del desafío en la coyuntura que está suponiendo la pandemia de Covid, es necesario este tipo de programas para sumar.
En la II Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, que tuvo lugar en España, ya se reconoció que “es necesario fortalecer la solidaridad entre las generaciones y las asociaciones intergeneracionales, teniendo presente las necesidades particulares de los mayores y jóvenes”.
Según la Organización de Naciones Unidas (ONU) los proyectos intergeneracionales son “actividades o programas que incrementan la cooperación, la interacción y el intercambio entre personas de distintas edades. Estas personas comparten sus saberes y recuerdos y se apoyan mutuamente en relaciones que benefician tanto a los individuos como a su comunidad, para disfrutar de la riqueza de una sociedad para todas las edades”.
El Consorcio Internacional para los Programas Intergeneracionales (ICIP), creado como respuesta al llamamiento de Naciones Unidas hacia los Estados miembros a considerar la práctica intergeneracional como un método para promocionar la inclusión social, interpreta estas iniciativas como “vehículos para el intercambio determinado y continuado de recursos y aprendizaje entre las generaciones mayores y las más jóvenes, con el fin de conseguir beneficios individuales y sociales”.
En el ámbito universitario destacan iniciativas como el Centro Intergeneracional ‘Profesor Francisco Santisteban’ de la Universidad de Córdoba, la Cátedra ‘Macrosad‘ de Estudios Intergeneracionales de la Universidad de Granada y el CENIE (Centro Internacional del Envejecimiento) de la Universidad de Salamanca, que ponen en valor la longevidad y el análisis y desarrollo de proyectos intergeneracionales.
Junto a estas iniciativas hay que citar las llamadas ‘Universidades de la experiencia’, que demuestran que la formación es accesible y necesaria en las etapas maduras de la vida.
Por otra parte, hay que destacar el esfuerzo de administraciones públicas, fundaciones y entidades del tercer sector, así como las propias residencias geriátricas y centros de personas mayores, en desarrollar proyectos intergeneracionales adaptados al contexto.
Medidas como actividades de transición de la vida laboral al envejecimiento activo, residencias con jardines de infancia anexos, y alojamientos compartidos entre universitarios y mayores que palían la soledad, merecen ser puestas de relevancia.
En la era de la comunicación y las redes sociales los medios audiovisuales se pueden convertir en una excelente plataforma para desarrollar este tipo de programas de una manera periódica, como una forma de aprovechar las sinergias y talento que son aplicables a todas las generaciones.
Si hacemos historia, las primeras actividades intergeneracionales surgieron en la década de los años 60 del siglo pasado en Estados Unidos. En el continente europeo las experiencias comienzan a desarrollarse en los años 90, pudiendo citar a modo de ejemplos los casos de Francia y el Reino Unido, donde encontramos escuelas infantiles en el interior de residencias de mayores, y Alemania, con proyectos de viviendas donde conviven jóvenes y seniors.
Tal vez, en un futuro próximo, de la misma manera que fomentamos planes de igualdad, convendrá introducir en el sistema educativo y en la cultura empresarial la necesidad del concepto ‘intergeneracional’, en equipos de trabajo de diferentes edades para el bien común.
El reto es implicar a las residencias geriátricas y centros para personas mayores con la sociedad. En suma; ofrecer una relación más estrecha con el entorno en el que están situadas geográficamente, para ser parte activa de la comunidad a la que pertenecen.
El modelo de ‘Atención Integral Centrado en la Persona’ (AICP), junto a las nuevas perspectivas que nos ofrecen los fondos ‘Next Generation’ de la Unión Europea para fortalecer la digitalización, formación y atención a la dependencia, nos han de conducir hacia una nueva perspectiva para dar respuesta a las necesidades y realidad del colectivo senior.
Para terminar con propuestas aporto una humilde sugerencia; al igual que están presentes en otras entidades y empresas, habría que introducir ‘responsables de relaciones institucionales’ en los centros geriátricos, profesionales que se relacionen directamente con las administraciones, empresas, asociaciones y centros de formación, para visibilizar el talento del sector y, en especial, de sus verdaderos protagonistas: Las personas mayores y el legado que representan en forma de conocimientos y experiencias.