Hace uno días tuve la oportunidad de leer unas acertadas reflexiones del experto en recursos humanos y atención a la dependencia Alejandro Gómez Ordoki. En ellas, con una visión holística, compartía con el lector “algunas cuestiones preocupantes” tomando como elemento para la reflexión el acrónimo ACP, “Atención Centrada en la Persona”, para transformarlo, de manera magistral, a lo largo de su texto en distintos conceptos imprescindibles para entender el sostenimiento del sistema como, Alcanzar un Consenso Político, Aunar Calidad y Productividad, Asunción de Copago Público, o Avalancha Creciente de Pluripatologías, entre otras.
Brillante como siempre Alejandro, con una argumentación impecable y desde la reflexión serena vuelva a poner encima de la mesa todos aquellos conceptos que como sociedad debemos saber conjugar para abordar la consolidación de un maltrecho sistema de cuidados, del que antes o después seremos personas usuarias.
El modelo sanitario tradicional se ha centrado en la enfermedad y la curación, la atención de procesos agudos. Su objetivo principal es tratar patologías puntuales, reparar “lo que está roto”, y dar el alta al paciente. Es un enfoque que ha demostrado ser moderadamente eficaz en lo sanitario, pero que se queda corto ante los desafíos de una población cada vez más envejecida.
La mayoría de los problemas de salud actuales, como las enfermedades crónicas, no se resuelven en un hospital. Requieren un seguimiento constante, apoyo social y una visión de futuro ambiciosa. La reflexión de Ordoki, jugando con el acrónimo ACP, apunta precisamente a esto. La "Avalancha Creciente de Pluripatologías" y la "Atenuación Clara de Profesionales" nos obligan a reconocer que el sistema no puede limitarse a la atención sanitaria.
Si reconocemos, no por iluminación divina, sino por la experiencia diaria que nos marca la terca realidad, que la salud de una persona no depende solo de la medicina, sino también de su entorno social, su situación económica, su red de apoyo familiar y su capacidad para valerse por sí misma, y que no se trata solo de curar, sino de cuidar y mejorar la calidad de vida de manera integral, entra en juego, sin duda alguna, el concepto de atención sociosanitaria y por extensión el reconocimiento expreso del desarrollo de su sistema. Por cierto, del que todos hablamos desde hace más de dos décadas, pero en el que lamentablemente vemos pírricos avances consecuencia de una clase política cortoplacista, que centra más sus esfuerzos en la renovación o el abordaje de poder político cada cuatro años que en proyectar una verdadera estrategia de cuidado sostenible y duradera en el tiempo.
Y de nuevo, la realidad nos arrolla de una manera bochornosa, no por falta de análisis, estudio y proyecciones, hacia la necesidad de sacar del letargo de manera acelerada un sistema sociosanitario para los cuidados de larga duración, que muchos propusimos ante los indicadores de la llegada de una avalancha difícilmente eludible por una sociedad situada, al menos en lo teórico, en los principios del tan cacareado estado de bienestar.
En este escenario, podemos volver a improvisar destinando con carácter coyuntural fondos rescatados de alguna partida presupuestaria que no se ejecutaron en su momento, o abordar un problema estructural respondiendo a preguntas claves.
La calidad, ¿un lujo o un derecho?
El primer desafío es la calidad. La búsqueda de la excelencia en la atención no es una utopía, es una necesidad. Sin embargo, la sobrecarga, la falta de tiempo y la presión constante sobre los profesionales tanto de la salud como del sistema sociosantario amenazan con convertir la atención de calidad en un privilegio. Un diagnóstico preciso, un tratamiento eficaz, o el desarrollo de un plan de cuidados centrado en las necesidades de la persona, no dependen solo de la tecnología, sino de la capacidad humana para dedicarle tiempo y recursos a las personas usuarias de cualquiera de los dos sistemas. Cuando el "Avanzo Cuanto Puedo" se convierte en la norma, la calidad se degrada y la confianza en el sistema se erosiona.
El copago, ¿una solución o un problema?
Históricamente, la sanidad se ha financiado de manera separada de los servicios sociales. Esto ha creado una brecha, dejando a los servicios sociosanitarios en una situación de insuficiente financiación. La promulgación de la ley de Dependencia, bajo la definición del derecho a la atención a las situaciones de dependencia como un derecho subjetivo de ciudadanía, generó un segundo nivel, lamentablemente por debajo de la calificación de derecho universal que acompaña y define la atención sanitaria. Frente al copago por parte de la ciudadanía en el caso de lo sociosanitario, el acceso universal y gratuito a las prestaciones sanitarias. La "Asunción del Copago Público", entendido como la obligación financiera del Estado de asegurar la cobertura de ambos servicios esenciales no debe entenderse como una carga, sino como una inversión estratégica y una responsabilidad moral. Es el reconocimiento de que un sistema de cuidado digno y universal solo puede ser garantizado, en su financiación, por el Estado. Ignorar esta responsabilidad es abdicar del papel de garante del bienestar colectivo que le corresponde.
La falta de profesionales, un agujero que se agranda.
La "Atenuación Clara de Profesionales" es una realidad que se percibe en de los distintos recursos de ambos sistemas. La combinación de jubilaciones, la precariedad laboral, el desinterés por trabajar en un sistema estigmatizado socialmente y la emigración de jóvenes talentos ha creado un déficit alarmante.
Este vacío no solo afecta la calidad de la atención, sino que también pone en riesgo la sostenibilidad del sistema a medio plazo. Sin suficientes profesionales, es imposible afrontar la creciente carga de trabajo y las demandas de la población.
O abordamos ya un enfoque múltiple que pase por la mejora de las condiciones laborales, la formación de calidad, la definición de modelos de atención integrados y el uso de las nuevas tecnologías para la atención, o la incorporación de manera dinámica y flexible de profesionales procedentes de otros países, o todo se nos cae.
El envejecimiento de la población ha traído consigo una "Avalancha Creciente de Pluripatologías". Las enfermedades crónicas, requieren una atención continuada para las que desde el sistema sanitario no se le pueda dar una atención integral. La falta de coordinación entre los diferentes niveles de atención y la escasa conexión con el sistema social hacen que muchos pacientes crónicos se sientan perdidos. La solución pasa por el ya definido modelo de atención que ponga al paciente en el centro y que integre la atención sanitaria y social. El sistema social no es un complemento del sistema sanitario, es otro pilar fundamental en un sistema de cuidados moderno y sostenible.
En definitiva, la reflexión de Ordoki nos obliga a salir de la zona de confort y a pensar ya en el acuciante e incierto futuro. "Alcanzar un Consenso Político" para garantizar que la salud y el bienestar sean pilares de nuestra sociedad es una tarea urgente. De lo contrario, seguiremos avanzando, sí, pero lo haremos "cuanto podamos", con el riesgo de dejar atrás a los que más nos necesitan. ¿Estamos dispuestos a asumir como comunidad ese coste social?.