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Crónicas escandinavas. Primera parada: Norlandia y la legítima defensa del sector privado

Viaje geroasistencial de Inforesidencias a Suecia . Josep de Martí habla de la iniciativa privada de Norlandia. (Foto: Inforesidencias.com).
Josep de Martí | Lunes 23 de junio de 2025

Arrancamos el viaje geroasistencial número 51 de Inforesidencias en un país que a menudo aparece en nuestras conversaciones como modelo por excelencia de bienestar nórdico. Algo que muchos vinculan con "lo público". Yo no. Por eso empezamos el viaje visitando una residencia gestionada por una empresa privada: Norlandia Elderly Care, cerca de Estocolmo, Suecia.

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Una empresa familiar noruega que opera centros en toda Escandinavia. No cotizan en bolsa. No hay capital riesgo. No hay fondos. Lo que hay son dos hermanos, Christian y Roger, que llevan décadas apostando por servicios sociales de calidad con ánimo de permanencia a largo plazo. Y sí, son una empresa. Con ánimo de lucro y con unos principios claros que nos explican durante la visita: transparencia, enfoque en las personas, respeto por los empleados, y una filosofía que resume bien una frase que adorna algunas paredes: "Una buena vida cada día".

Ese lema no es decorativo. Está escrito en la entrada del edificio, en los platos en los que sirven la comida; y también en la forma en la que los trabajadores llaman antes de entrar en la habitación de un residente; en el extenso plan de formación continuada con múltiples microcursos que ofrece la empresa a todos sus empleados, en los talleres intergeneracionales, en las sesiones de yoga adaptado, en las colecciones de arte locales que decoran los espacios de algunas de sus residencias...

Y está en algo que a menudo olvidamos en el debate ideológico: los resultados.

La empresa Norlandia participa voluntariamente en auditorías públicas, aplica sistemas de gestión de calidad, mide la satisfacción de empleados y familiares y lo hace con datos. Según estudios comparativos que se han presentado estos días en Suecia, en 18 de 20 indicadores comparables entre sector público y privado, los centros privados obtienen mejor puntuación.

En un país como Suecia, donde el péndulo político ha oscilado históricamente entre la confianza y el recelo hacia la iniciativa privada, el caso de Norlandia no solo resiste el escrutinio sino que lo supera.

No niegan los desafíos. Reconocen que hay márgenes ajustados, escasez de personal, y una carga política que a veces hace más difícil gestionar bien. Pero lo enfrentan con innovación: desde 'televisión lenta' para personas con demencia, hasta integración de guarderías en los centros para fomentar vínculos entre generaciones o la presencia de animales vivos correteando por los pasillos (conejos, cobayas, perros y pájaros).

Lo interesante no es solo lo que hemos visto, sino lo que simboliza. En una sociedad que envejece, con un número creciente de personas mayores con dependencia, y una fuerza laboral menguante, necesitamos todos los recursos posibles. No podemos permitirnos despreciar un sector, el privado, que, cuando está apoyado, contribuye, mejora y aporta valor.

La residencia que hemos visto tiene seis unidades de 9 plazas cada una, con habitaciones que parecen pequeños apartamentos, una ratio del 0’8 y una estancia media inferior a un año.

Este viaje escandinavo acaba de empezar, pero ya podemos extraer una primera lección: no se trata de público o privado. Se trata de calidad, de compromiso, de resultados. Y, sí, también de visión a largo plazo.

Las buenas residencias no nacen del tipo de propiedad, sino de la convicción con la que se gestionan.

Volveremos con más crónicas.

Autor del texto Josep de Martí Vallés. Jurista y Gerontólogo. Fundador de Inforesidencias.

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