De regreso de diez días en Japón en un viaje organizado por Inforesidencias.com, visitando residencias y otros servicios de atención a personas mayores, llega el momento de la reflexión. Esperaba el “viaje de mi vida”, y ha acabado siendo una experiencia de contrastes. Hemos encontrado una sociedad muy envejecida: Japón tiene una de las poblaciones más longevas del mundo, con aproximadamente el 29% de su población mayor de 65 años, según datos recientes (nosotros estamos en el 20%). Este envejecimiento tan acentuado no es visible cuando caminas por el centro de Tokyo u Osaka, pero está ahí, marcando todos los aspectos sociales de un país que pierde medio millón de habitantes cada año.
Uno de los momentos más destacados del viaje fue la visita a la "Zona Azul" de Okinawa, conocida por la alta longevidad de sus habitantes. Aquí, el respeto y el cuidado por los mayores se reflejan en prácticas cotidianas y en una fuerte comunidad que apoya el envejecimiento saludable. Durante nuestra visita, tuvimos el privilegio de hablar con el Dr. Suzuki, un destacado investigador en el campo del envejecimiento. Nos habló sobre la clave del envejecimiento saludable en Okinawa, destacando factores como la dieta rica en vegetales y pescado, la actividad física regular y un fuerte sentido de propósito y comunidad. Es inspirador ver cómo una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales contribuye a una vida más larga y plena. Resultó interesante comer en un restaurante gestionado por una mujer mayor que sirve el menú de la longevidad de Okinawa.
Sin embargo, no todo ha sido positivo. Me ha sorprendido descubrir que la tecnología, omnipresente en la industria y la vida diaria de Japón, todavía no ha permeado significativamente en el ámbito de las residencias para mayores. Hemos visitado varias instalaciones donde la gestión aún se realiza en papel y el fax sigue siendo una herramienta común para la comunicación. Este anacronismo es notable, especialmente en un país conocido por su innovación tecnológica.
En nuestras visitas, también vimos algunos robots como Pepper y Paro. Pepper, un robot humanoide diseñado para interactuar con las personas, y Paro, un robot terapéutico con forma de foca, ya son conocidos en algunas residencias en España. Sin embargo, su presencia en las residencias japonesas es todavía limitada. El famoso robot Lovot, que se empieza a vender como una herramienta de compañía lo vimos en alguna tienda pero no en las residencias. La expectativa de ver una integración tecnológica más avanzada en el cuidado de personas mayores no se ha cumplido del todo. Esto nos muestra que, a pesar de los avances, la implementación de tecnologías innovadoras en el cuidado diario aún enfrenta barreras significativas. Por eso, la expectativa que teníamos de ver algún uso de la robótica en el acompañamiento del trabajo de las gerocultoras, se quedó en eso, expectativa.
Desde una perspectiva arquitectónica, también hemos encontrado situaciones que contrastan con los estándares de muchos otros países. En algunas residencias, las habitaciones con más de tres camas separadas únicamente por cortinas son comunes. Este tipo de configuración puede dificultar la privacidad y el bienestar de los residentes, algo que es fundamental para la calidad de vida en la vejez. Al final me quedé con la sensación de no saber si la institución en la que habíamos confiado la selección de residencias a visitar había elegido un tipo particular, sin tecnología y con habitaciones comunitarias, o si esa era la realidad general.
Un aspecto cultural interesante es la ausencia de rastro de la Leyenda de Narayama. Esta historia, inmortalizada en una novela y varias películas, cuenta la práctica antigua en una aldea japonesa donde, al alcanzar los 70 años, las personas eran llevadas a morir en una montaña. En contraste, he observado un sistema de protección social bien estructurado, conocido como Kaigo Hoken, y un gran respeto hacia los mayores. Kaigo Hoken es el sistema de seguro de cuidado a largo plazo de Japón, que proporciona servicios de atención a los ancianos a través de una combinación de apoyo gubernamental y financiación privada. Esto garantiza que los mayores reciban la atención que necesitan sin depender exclusivamente de sus familias.
En conclusión, esta experiencia ha valido la pena, aunque no tanto desde la perspectiva de la innovación como la de la inmersión en una cultura totalmente diferente con un 30% de personas mayores. Es un vistazo a lo que puede ser un posible futuro para España en 10 o 15 años. Sin embargo, el futuro no está escrito y depende de lo que hagamos hoy. Las decisiones que tomemos respecto al cuidado de nuestros mayores, la integración de la tecnología y la creación de entornos que respeten su dignidad y bienestar serán cruciales para enfrentar el envejecimiento de nuestra población.
La lección más valiosa que me llevo de Japón es la importancia de combinar el respeto cultural y la atención comunitaria con innovaciones prácticas y tecnológicas para crear un entorno de cuidado integral y humanizado.
Autor del texto Josep de Martí Vallés. Jurista y Gerontólogo. Fundador de Inforesidencias.
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