En un viaje a Estados Unidos me sorprendió que en el escaparate de casi todos los restaurantes, bares y otros lugares donde se servía comida había un cartel con una letra grande, casi siempre A, B y alguna vez C, y un título “Sanitary inspection grade” o “nota de inspección sanitaria”.
Unos amigos que viven allí me dijeron que todos esos establecimientos tienen la obligación de pasar una inspección periódica y de colgar en un lugar bien visible la “nota” obtenida en la misma de forma que los eventuales clientes puedan “saber del restaurant lo mismo que sabe la inspección”. Todo el mundo puede acceder a una web, que también está en español, donde acceder a los resultados completos de las comprobaciones. Me pareció interesante, sobre todo cuando uno de ellos añadió: “¿De qué me sirve que una inspección multe a un restaurante por no cumplir la normativa sanitaria si yo no me entero?
Esa mentalidad de que la administración debe estar al servicio del ciudadano en todo lo que hace me parece muy correcta y, para ellos, lo que vale para un bar vale para una residencia. Por eso, en Estados Unidos funciona, a nivel Federal (o sea, en todo el país), un sistema de puntuación de residencias de mayores que se llama “cinco estrellas”.
Este sistema otorga a todas las residencias que lo solicitan una puntuación entre una y cinco estrellas y, en los años que lleva funcionando, ha tenido tanto éxito que ahora es utilizado por algunos bancos para decidir si dan o no un crédito a una empresa; por las aseguradoras que contratan estancias en residencias y por el público en general.
El sistema de estrellas se basa en tres elementos:
El resultado es llamativo ya que eso de las estrellas es algo que todo el mundo vincula automáticamente al mundo hotelero.
Para que el sistema cumpla su función informativa el resultado obtenido en cada Estado debe mostrar que unas pocas residencias son “muy buenas”, la mayoría “normales” y unas pocas “deficientes”. Si todas obtuviesen cinco estrellas la información no aportaría nada.
Por ese motivo (había muchas residencias con puntuación máxima), hace unos años el Gobierno decidió que endurecería los requisitos. El resultado directo fue que algunas bajaron de cinco a cuatro, la derivada, que algunas anunciaron que demandarían al Gobierno por haberlas perjudicado cambiando el sistema de valoración si no explicaba bien que lo que había cambiado era el sistema y no la calidad de la residencia.
El sistema, que de nuevo cambiará este mes, es bien conocido pero también recibe muchas críticas, para empezar porque no valora muchos aspectos de calidad de vida ni tiene en cuenta la opinión de los propios residentes; también porque en algunos estados, residencias que habían obtenido la máxima puntuación han sido sancionadas por incumplimientos e incluso por la muerte evitable de algún residente.
Lo que a mí más me gusta de ese sistema es que es transparente y permite, no sólo al ciudadano acceder a la información que se ha obtenido gracias a los impuestos que paga, sino, además, a todo el mundo poder estudiar, analizar y comparar lo que sucede. En Estados Unidos, cualquiera puede conseguir todos los datos de las inspecciones del sistema de estrellas y, si lo considera oportuno, sacar los colores de quien no lo esté haciendo bien.
¿Alguien vería posible hacer algo así en España? Tendría que ser para todos, ya que si cada comunidad crea su sistema difícilmente serviría para algo y eso es siempre un problema.
Creo que las ventajas sobrepasarían al coste y, después de haber visto la semana pasada lo que se hace en Alemania, tengo muchas ganas de ir a Atlanta en Septiembre en el próximo viaje geroasistencial y escuchar eso de las estrellas explicado por sus protagonistas. ¿Alguien se apunta a venir a Estados Unidos?
Josep de Martí Vallés
Jurista y Gerontólogo
Director de Inforesidencias.com