dependencia.info

¿Solidaridad en entredicho?

Por Josep de Martí
miércoles 12 de noviembre de 2025, 02:43h
Josep de Martí, fundador de Inforesidencias.
Ampliar
Josep de Martí, fundador de Inforesidencias. (Foto: JC/Dependencia.info)

En 2012, Europa decidió dedicar un año entero al “envejecimiento activo y la solidaridad intergeneracional”. Entre los muchos documentos que se escribieron entonces, hubo uno que destacaba por su rigor y por la mirada amplia con que trataba el tema. Su autor fue Xavier Lorente Guerrero, doctor en Pedagogía, profesor universitario y especialista en gerontología social. Uno de esos profesionales que, sin hacer ruido, han dedicado su vida a pensar cómo hacer que las personas mayores sigan aprendiendo, participando y sintiéndose útiles.

Su artículo, publicado bajo el título Año Europeo 2012: Envejecimiento activo y solidaridad intergeneracional, planteaba una idea que sigue sonando con fuerza trece años después: vivir más años no es suficiente; hay que vivirlos con sentido. Y ese sentido se construye a través de la participación, la educación permanente, la autonomía y los lazos entre generaciones.

Lorente no hablaba de teorías abstractas, sino de políticas concretas. Reclamaba formación a lo largo de la vida, coordinación entre administraciones, inclusión digital y una visión social del envejecimiento que trascendiera el asistencialismo. Apostaba por un modelo en el que jóvenes y mayores compartieran espacio, conocimiento y responsabilidad.

Trece años después, uno relee aquel texto y tiene la sensación de que seguimos pronunciando las mismas palabras: envejecimiento activo, solidaridad intergeneracional, participación, inclusión. Las seguimos repitiendo, pero el eco ha cambiado.

Las grietas de la solidaridad intergeneracional

Durante un tiempo parecía evidente que la solidaridad entre generaciones era un valor incuestionable. Sin embargo, el paso de los años y la crisis económica, sanitaria y social han dejado ver nuevas fisuras.

Hoy escuchamos a muchos jóvenes decir que sus padres y abuelos “lo tuvieron más fácil”. Que ellos disfrutaron de empleos estables, casas asequibles, pensiones seguras y servicios públicos que ahora parecen un lujo. Mientras tanto, quienes hoy superan los sesenta sienten que trabajaron duro, que levantaron un país, que pagaron impuestos y que lo mínimo que merecen es una vejez tranquila.

Ambos tienen parte de razón. Y eso es precisamente lo que hace más compleja la conversación. La solidaridad intergeneracional no se decreta: se construye. Y se resquebraja cuando una generación percibe que la otra vive a costa suya.

En algunos debates públicos, la tensión se percibe claramente. Las pensiones frente a la inversión en empleo juvenil. El gasto sanitario frente a la vivienda. La asistencia frente a la innovación. La idea de “los mayores nos cuestan demasiado” ha ido ganando terreno, a veces disfrazada de tecnicismo presupuestario, otras de discurso político.

Pero detrás de esa frase hay un cambio cultural más hondo: el debilitamiento del vínculo comunitario. La vida en ciudades cada vez más anónimas, el trabajo remoto, la movilidad constante y la comunicación digital han reducido los espacios donde generaciones distintas se encuentran y se escuchan. Antes, la solidaridad nacía del contacto cotidiano; ahora necesita intermediarios y proyectos financiados por convocatorias públicas.

Del discurso a la práctica

Lo curioso es que muchos de los programas de envejecimiento activo e intergeneracional creados tras aquel año europeo siguen existiendo. Algunos incluso han dado buenos resultados. Pero en demasiados casos se han quedado en pequeños gestos: talleres simbólicos, encuentros puntuales o actividades donde se hace una foto, se publica una nota de prensa y todo sigue igual.

Mientras tanto, la brecha tecnológica ha crecido. Muchos mayores siguen quedando fuera de los canales digitales de información, de la banca, de la administración. Y los jóvenes, saturados por la precariedad, apenas encuentran tiempo o energía para dedicar a proyectos colectivos.

La paradoja es que nunca habíamos hablado tanto de solidaridad, y nunca había costado tanto practicarla.

¿Hacia dónde vamos?

Xavier Lorente en 2012 vislumbró algo que hoy sigue siendo válido: una sociedad en la que las personas mayores no sean tratadas como una carga, sino como parte activa del presente; en la que el aprendizaje no tenga edad; en la que la vejez no se viva en soledad ni en silencio.

Visto en perspectiva, ¿Hemos avanzado? Hemos creado redes, programas, universidades para mayores, experiencias intergeneracionales interesantes. Pero también hemos perdido algo: la sensación de que ese debate nos pertenece a todos. Hoy la solidaridad intergeneracional se enfrenta a un reto distinto: reconstruir la confianza entre generaciones. Volver a sentir que el bienestar de unos no amenaza el de otros, que la experiencia vale tanto como la innovación y que el tiempo compartido sigue siendo el mejor pegamento social.

Treinta años atrás, Europa dedicó un año entero a recordarnos que el envejecimiento puede ser activo y que la solidaridad es una fuerza. Trece años atrás, Xavier Lorente lo plasmó por escrito con un texto impecable.

Y ahora, en 2025, toca preguntarnos: ¿sirvió de algo?

Autor del texto Josep de Martí Vallés. Jurista y Gerontólogo. Fundador de Inforesidencias.

Síguele el Linkedin: https://www.linkedin.com/mynetwork/discovery-see-all/?usecase=PEOPLE_FOLLOWS&followMember=josep-de-marti-valles

Valora esta noticia
5
(2 votos)
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios