Hace dos semanas tuve el placer de participar en un viaje a Finlandia organizado por Inforesidencias.com, una iniciativa que siempre es gratificante gracias al buen hacer de Anna Cebrián, Juan Pablo Correa y mi buen amigo Josep de Martí, a quienes desde aquí aprovecho para agradecer la dedicación y el cariño que ponen en cada uno de los viajes que hacen para ampliar las miras de los profesionales que tenemos el lujo de participar en ellos.
En esta ocasión hemos podido visitar y compartir con algunas de sus promotoras, mujeres en su totalidad, algunas instalaciones de cohousing; pero cohousing puro, verdadero y sincero, promovido por personas que trabajan durante años para definir y crear un espacio en el que vivir una etapa de su vida en un modelo cooperativista que, con los tiempos que corren, nos guste o no, no cuenta con muchos seguidores.
Lo primero que nos ha llamado la atención es que los centros que hemos podido visitar están ubicados en zonas prime de la ciudad de Helsinki, es decir, el Ayuntamiento ha cedido a estas personas unos solares en zonas en desarrollo de la ciudad. Es justo lo contrario que suele pasar en nuestro país donde las cesiones de uso de suelo que se hacen para equipamientos sociales para mayores suelen ser mayoritariamente en zonas mucho menos atractivas, por no decir en zonas degradadas.
Las promotoras que nos enseñaban su casa y nos hablaban del proceso reconocían las dificultades de mantener el espíritu con el que se crean a medida que se va produciendo un relevo de los promotores. En las iniciativas visitadas no hay profesionales, autogestión pura y dura en grupos de trabajo; cocina, limpieza, seguridad, etc. Se podría pensar que se trata de una alternativa “barata” de compartir una buena vivienda, muy bien ubicada, una vez realizado el desembolso para la promoción del edificio, y que en caso de venta tiene un precio tasado por el ayuntamiento, propietario del suelo.
También nos llama la atención la edad mínima que debe de tener alguno de los habitantes, 48 años, pudiendo convivir con hijos, familiares, o amigos menores de esta edad. Esto se llama flexibilidad, y también relaciones intergeneracionales.
Se trata de un modelo “puro” de cohousing, cooperativista 100%, muy lejos del que promotores y fondos están proponiendo en nuestro país bajo denominaciones diversas, especialmente dirigido a extranjeros en zonas costeras ante el escaso-nulo éxito de las iniciativas que se han promovido para nacionales. Son equipamientos que cumplen una importante función para evitar la soledad no deseada, aunque como he dicho antes, el modelo de autogestión y la excesiva “normatividad colectiva” lo hacen probablemente mucho menos atractivos para un porcentaje mayoritario de personas.
Pero bueno, de cohousing-coliving-apartamentos con servicios, hay mucho de qué hablar, si queréis lo hacemos otro día, ahora vamos a hablar de la flexibilidad
Hemos visitado residencias que en España no serían autorizadas por incumplir normativas autonómicas o el código técnico de edificación. A modo de ejemplo es habitual ver pasillos de menos de 1,5 metros, techos por debajo de los 2,5 metros, alfombras en las habitaciones, escalones y temas de accesibilidad mal resueltos por mencionar algunos casos. Cuando lo comentamos con los responsables de los centros la impresión que nos da es que la normativa y la inspección, que también, existe, rema en el mismo rumbo que los gestores, algo que no podemos decir que ocurra en nuestro país.
Y, por último, como ya ha me ha ocurrido en anteriores viajes, me llama mucho la atención el silencio que predomina en los centros. No hay televisiones encendidas todo el día, ni hilos musicales, ni gritos.
Es difícil ver a toda la gente de una unidad convivencial junta, mucha gente se queda en su habitación y no pasa nada. Hay muchas menos visitas de familiares, igual por eso hay más libertad, habría que hacérselo mirar.
En fin, muchas gracias al equipo de Inforesidencias por darnos esta oportunidad de ver otras realidades que nos ayudan a comprender y definir nuevos servicios. Repetiremos.