Un misterio por resolver en lo que se refiere a la pandemia y las residencias de mayores es cómo llegó a entrar en primer lugar. En algunos casos lo trajo un empleado, en otros algún familiar, en otros un nuevo ingreso, pero siempre hubo alguien que inadvertidamente “entró el virus”.
En la residencia “Las Marismas”, de la que, por cierto, eres directora, también entró y, aunque no fue tan letal como en otras residencias, la pregunta “¿cómo entró?” sigue rondándote la cabeza.
Recuerdas que en marzo de 2020 tuviste una conversación triste pero necesaria con un musicoterapeuta que teníais contratado en la residencia. Sabías que prestaba sus servicios en cinco residencias de la zona, ya que él mismo te lo había dicho, y también sabías que, en un momento en el que no se hacía PCR a casi nadie, no podías permitirte el riesgo de que pudiese traer el virus por lo que tuviste que prescindir transitoriamente de sus servicios. Lo mismo hiciste con la asociación que venía a hacer terapia con perros.
Ahora, lo que ha pasado es algo diferente. Una gerocultora te ha venido a ver para explicarte que, desde hace dos meses, tiene un segundo trabajo a tiempo parcial en otra residencia que sólo le cubre los fines de semana. Te ha hecho una pregunta muy inocente pero que te ha hecho pensar. “¿Pueden darme el resultado negativo del PCR que me hicieron la semana pasada? Es que me gustaría llevarlo a la otra residencia donde trabajo para que ellos también estén tranquilos”.
Primero te has quedado parada. Después le has dicho que te diese un poco de tiempo. Ahora estás verdaderamente preocupada. “¿Puede ser que prescindiese de algunos profesionales mientras tenía empleados que estaban trabajando en otras residencias?”. A partir de aquí te han venido a la cabeza una serie de preguntas que no sabes responder:
He hablado con el asesor jurídico de la empresa que me ha dicho que el artículo 5 del estatuto de los trabajadores dice que “Los trabajadores tienen como deberes básicos: d) No concurrir con la actividad de la empresa, en los términos fijados en esta ley”. Eso está pensado para que alguien no trabaje en dos empresas que compiten entre ellas y perjudique o favorezca ilegítimamente a una con lo que sabe de la otra.
Hemos vuelto a hablar con la gerocultora, que lleva 10 años en la residencia y ella nos dice que no lo entiende. El horario del segundo trabajo no afecta al primero y ella es muy cautelosa con lo que hace durante el trabajo y fuera, además ha dado negativo en todos los test que se le han hecho durante la pandemia.
Tú te sentirías más cómoda si dejase el otro trabajo, pero no ves la forma de obligarla a hacerlo por el bien de la residencia. Por supuesto, tienes la opción de despedirla pero eso costará mucho dinero y, además, es una buena profesional.
¿Qué harías tú?
Autor del caso: Josep de Martí Vallés, jurista y gerontólogo.
Profesor del Máster en Gerontología Social de la UB y de postrados de dirección de residencias en diferentes universidades e instituciones.
Desde el punto de vista estrictamente jurídico (es decir, dejando de lado cualquier reflexión de carácter ético o moral), un trabajador puede prestar servicios en varias empresas (se llama pluriempleo), sin necesidad de pedir permiso y autorización, siempre que cumpla con todas ellas y siempre que no haya "concurrencia" de actividades, en el sentido de que en una de las empresas no haga competencia desfavorable hacia las otras, extremo éste que no suele suceder en el ámbito de las residencias de ancianos.
Además, el trabajador, en principio, está obligado a notificar que está pluriempleado a todas las empresas, tanto para que se repartan proporcionalmente la cotización a la Seguridad Social, o también en caso de que en una de ellas exista riesgo de contagio.
En el caso que nos ocupa, y en términos generales, la empresa (en este caso nuestra Residencia) no puede exigir al gerocultor/a que abandone la otra Residencia, del mismo modo que no le podría exigir que prestara servicios en alguna otra empresa de otro sector (restaurante, hipermercado, ...).
Es cierto, sin embargo, que nos encontramos en un caso delicado. Tanto es así que, en el 24 de marzo de 2020, en el momento álgido de la pandemia, y en pleno confinamiento casi absoluto, el Ministerio de Sanidad publicó una "Guía de Prevención y control al Covidien-19 en residencias de mayores y Otros Centros de servicios sociales de carácter residencial ", que no tenía carácter normativo (obligatorio), sino sólo servía como recomendación, en el que, en su anexo núm. 1 establecía una serie de medidas específicas en caso de "agregación de Caso y Brotes miedo Covidien-19", entre las que destacamos la siguiente:
"Durante el tiempo que dure el Brote el personal expuesto no Debe Trabajar en Otro Lugar (por ejemplo, en otra residencia)"
Esta guía (que, vuelvo a repetir, no era de obligado cumplimiento, sino una mera recomendación) ya no se encuentra colgada en la web del Ministerio, pero nos sirve para tener conciencia de que no es un problema baladí, y que, en cualquier momento de rebrote importante, la Autoridad Laboral podría plantearse rescatarla y, incluso, hacerla obligatoria.
Pero hasta que eso no ocurra, actualmente no hay un mecanismo legal para obligar al personal gerocultor a dejar otros trabajos en otras residencias. Y aquel que lo haga, se expone a una posible demanda judicial por no estar ajustada a derecho esta decisión.
Paco Carretero es socio director de la firma de abogados Vallbé