La gente mayor no es menos pobre ahora que antes de la crisis: el descenso de la tasa de pobreza -del 19,9 al 14,4% en los últimos seis años- se debe al empobrecimiento general de la población, al tiempo que los ingresos de los pensionistas se mantenían. Dado que el indicador de pobreza es relativo y que el umbral de referencia ha bajado (hasta situarse en 9.667 euros anuales, frente a los 10.090 de 2009), "cada vez hay que ser más pobre para ser considerado oficialmente pobre ", tal como constata el informe Mayores: Pobreza y Vulnerabilidad, nueva edición del INSOCAT elaborado por las Entidades Catalanas de Acción Social (ECAS).
Desde el 2013 el riesgo de pobreza severa de la población en general ha crecido de forma alarmante en todas las franjas de edad, hasta alcanzar al 6,1% en 2013; el 6,3% en 2014 y el 6,7% en 2015. Mientras que entre los mayores de 65 años, alcanzó el 2,3 en 2013 y el 1,5% en 2014.
Pese a que los mayores presentan un porcentaje menor de riesgo de pobreza, en el año 2015, el 47,3% ha tenido que privarse de muchas cosas, por ejemplo el 36,7% no puede disfrutar de una semana de vacaciones al año, y el 34,1% no podría afrontar gastos imprevistos. Pero además, el 6,1% no puede mantener su vivienda a una temperatura adecuada y el 2,6% tarda en hacer frente a los gastos derivados de ésta; y el 1,6% no puede comer carne, pollo o pescado cada dos días.
La capacidad adquisitiva de las personas mayores disminuye porque el encarecimiento de la vida no va acompañado de un incremento de las pensiones, y por otra parte los estragos de la crisis en el mercado laboral ha hecho que estas prestaciones, a menudo muy escasas, deban servir para contribuir al sostenimiento de núcleos familiares que han perdido sus fuentes de ingresos o los han visto reducidos. "La crisis lo ha sido menos para muchas familias por que los abuelos han puesto mucho de su parte ", ha señalado Carmen Gargallo, de Cáritas, durante la presentación del informe.
Por su parte, Teresa Crespo, presidenta de ECAS, quiso hacer hincapié sobre la desigualdad de género: "las mujeres son más pobres que los hombres, la mayoría de pensiones no contributivas (PNC) las cobran mujeres que no han cotizado lo suficiente" por haber tenido trayectorias laborales intermitentes, con jornadas parciales y salarios más bajos. Pilar Rodríguez, de la Asociación Bienestar y Desarrollo (ABD), subrayó el alto índice de sobreenvejecimiento y ha repasado los efectos de las recortes en la ley de dependencia: "reducción de la intensidad de los servicios, más copago y deterioro del estado de salud por los retrasos en la aplicación".
"Las pensiones son el gran pilar del sistema de protección social ", tal como ha afirmado Elisenda Cifre, de Suara, pero no evitan bolsas de pobreza que se concentran en las personas que reciben Pensiones no Contributivas. Gracias a las prestaciones por jubilación la tasa de pobreza baja del 85,3% al 10,9% en el caso de los hombres, mientras que sólo baja hasta el 18,1% en el caso de las mujeres.
Julia Montserrat, coautora del informe, ha apuntado que el riesgo de bancarrota de la Seguridad Social no se debe al gasto (España gasta menos en pensiones que otros países del entorno), sino a los ingresos: "las cotizaciones han disminuido por el paro, la precariedad y los sueldos bajos”.
El documento recoge datos oficiales y estudios para visibilizar problemáticas como la correlación entre nivel socioeconómico y esperanza de vida o los malos tratos a personas mayores, e incluye aportaciones cualitativas de una docena de profesionales de entidades sociales (Cáritas, Cruz Roja, Suara, ABD, Los Tres Cerros y Fatec) y de la administración local que ilustran y valoran lo que muestran los datos.
La mayor vulnerabilidad del colectivo tiene que ver con el envejecimiento y el consiguiente deterioro de la salud, pero también con la soledad o las dificultades que sufren los entornos familiares, que generan factores de estrés y nuevas responsabilidades para las personas mayores.