Opinión

¿Tendrán las residencias que poner un Apple Watch a los residentes?

Josep de Martí, Inforesidencias. (Foto: Inforesidencias).
Josep de Martí | Jueves 13 de septiembre de 2018

Cada año Apple organiza una fiesta de presentación de nuevos productos a la que llama Keynote. Parece una mezcla entre fiesta, operación de marketing y ceremonia religiosa.

Allí se desvelan los nuevos iphones, ordenadores Mac y también, desde hace unos años, los relojes Apple Watch.

Este año, por primera vez, me he conectado en directo y he podido ver la parte que hablaban del reloj. La verdad es que hasta ahora no entendía lo que hace que la gente se lo compre. A mí me gustan los “juguetes electrónicos” pero hasta ahora a éste no le veía el qué.

Para mi sorpresa, el nuevo Apple Watch de cuarta generación incorpora, además del sensor cardíaco, que te dice las pulsaciones y ya tienen muchos otros relojes, un sistema para hacerte tus propios electrocardiogramas, un avisador de ritmos cardíacos anormales que está siempre en marcha y un sensor de caídas.

Esta última aplicación, explican, es fruto de una larga investigación sobre cómo se mueven los brazos en cada tipo de caída y que patrón de movimiento se sigue. Por ejemplo, un tropiezo hace que lancemos las manos hacia adelante con un movimiento rápido que se frena de golpe cuando las manos tocan el suelo; un resbalón, en cambio lanza las manos hacia arriba. Mediante sensores, giroscopios y acelerómetros y un software especialmente diseñado, el reloj detecta una caída, te pregunta si todo va bien y puede llamar a los teléfonos que tengas marcados como llamadas de emergencia enviándoles tu posición GPS y dejando que hablen contigo sin necesidad de que el teléfono esté cerca.

Como quienes con más frecuencia se caen (con caídas de las que resultan preocupantes) son las personas mayores, me parece que Apple ha dado en el clavo de nuevo abriendo un producto para su uso por parte de personas mayores.

Creo que no soy el único que ha regalado a su madre o a su suegra un Ipad para que pudiera “hacer cosas” como leer libros electrónicos o vídeo llamadas. Su primera reacción fue de rechazo, pensaba que nunca sabría utilizar algo tan complicado. Al cabo de unos meses la máquina ya formaba parte de su vida. Sencillamente porque poder leer con una letra más grande y un fondo más contrastado resulta más fácil. Poder hacerlo con el mismo aparato que te permite hacer vídeo-conferencias, escuchar audio-libros o ver capítulos pasados de series, hace que te sientas más en control de tu vida.

Es cierto que mi suegra, con algo más de ochenta años, es una persona culta que lee y tiene inquietudes. Quizás no represente a todos los mayores pero sí a una parte importante.

Me pregunto, ¿le interesaría a mi suegra llevar un reloj con el que pueda hablar por teléfono, que le avise de diferentes aspectos de su salud y le diga cómo ha dormido? La verdad es que creo que no. Pero si le digo que además tiene un detector de caídas que le permitiría tener ayuda en cualquier momento en que se cayese en casa o en la calle y encima le digo que el reloj le puede hacer un electro cardiograma que poder enviar a su médico. No sé... quizás se lo acabaría poniendo.

Y con la tecnología todo es empezar. No me cuesta imaginar un futuro en el que cuando alguien ingrese en una residencia le “regalen” un bonito reloj que mediante sensores le está monitorizando continuamente las constantes vitales, el nivel de azúcar en sangre o la saturación; su situación en la residencia y actividad física.

No sé si toda esa información acabaría o no haciendo que la persona se sintiese mejor o si recoger todos esos datos supondría de verdad un mejor trato. Y no sé si eso es lo que pretenden los señores de Cupertino. Lo que sí sé es que en las próximas Navidades más de una madre o abuela octogenaria va a preguntar a sus hijos y yernos “para qué quiero yo este reloj tan raro”.

TEMAS RELACIONADOS: