Opinión

La época de los sueños imposibles

Josep de Martí | Miércoles 25 de octubre de 2017

Últimamente nos está tocando vivir un tiempo que, con toda seguridad, pasados los años, y acabe como acabe, recordaremos como histórico. El problema es que el “mega-problema” que vivimos está eclipsando otros, no menos acuciantes, que debemos enfrentar como sociedad y que parecen haber quedado aparcados de momento.

Hace unos días un nutrido grupo de jubilados se manifestaron “por las pensiones”. En comparación con las manifestaciones que hemos visto últimamente eran “cuatro gatos”, pero en tiempos normales habrían captado sin duda un espacio considerable en las noticias.

Las dos reivindicaciones principales, apoyadas por los sindicatos, son el mantenimiento de la capacidad adquisitiva de las pensiones de jubilación y la garantía de que quienes se jubilen a partir de ahora podrán disfrutar también de unas pensiones al nivel, como mínimo, de los jubilados actuales.

Quizás con la edad me estoy volviendo un cínico, pero, viendo la tendencia demográfica, algo totalmente estructural, y la incertidumbre actual, que, esperemos acabe siendo transitoria; sólo puedo entender las manifestaciones como algo que de verdad está buscando otra cosa.

Me encantaría saber si existe un sistema que pueda garantizar una subida “adecuada” de las pensiones (o sea, como mínimo lo que sube el IPC), en un contexto en el que quienes se jubilan ahora tienen derecho a pensiones mucho más altas que las que cobran los jubilados que están falleciendo y en el que la “tasa de sustitución” de las pensiones está mejorando. Yo no soy capaz de imaginarlo por lo que me parece que pensar que puede mantenerse el sistema es un sueño imposible.

Quizás una subida importante de impuestos, la cotización a la Seguridad Social de los robots y otras medidas recaudatorias puedan suponer un bálsamo que retrase el momento de ruptura. Estas medidas, sin embargo, traerían consigo una rebaja de competitividad que afectaría a toda la actividad económica.

No hay solución fácil. Bueno, sí hay una: esperar a ver qué pasa y después culpar a otro por lo que ha sucedido. En la época de los sueños rotos esto se hace a menudo.

Hasta ahora, los que se indignan por las pensiones y exigen soluciones son los jubilados o los que se acercan a ese momento. Existe un silencio clamoroso por parte de quienes tendrán que hacerse cargo de las pensiones cuando los hijos del baby boom, entre los que me encuentro, alcancemos los 70 años (creo que será la edad de jubilación entonces).

Yo me temo que serán los que tengan que financiar las pensiones del futuro quiénes acabarán planteando reservas y objeciones por lo que valdría la pena que a partir de ya empezásemos a explicar a quien cumple los 25, lo que va a pasar cuando cumpla los 50.

Si no lo hacemos puede ser que, por un lado, se organicen políticamente los mayores, exigiendo que el pago de pensiones sea una prioridad y por otro los jóvenes, reprochando a esos mismos mayores, que, después de no haber hecho lo suficiente para dejar un sistema saneado; después de haber malgastado parte de su vida en sueños imposibles, se organicen en un último acto de egoísmo para robar oportunidades a las siguientes generaciones.

Puede sonar extraño, pero, cuando los británicos votaron por salir de la Unión Europea, gracias en parte a la movilización de los mayores y al absentismo de los jóvenes, ya hubo quien planteó limitar el derecho de sufragio a personas de más de una determinada edad.

Si queremos añadir una “capa geroasistencial” a esta posible situación, pensemos que a la vez que alcancemos el momento álgido del envejecimiento, cuando lleguemos a ser un 35% de personas mayores; alcanzaremos el máximo de necesidad de servicios para personas dependientes por lo que, además de un sistema de pensiones en crisis, tendremos unas necesidades enormes de atención por parte de una parte considerable de la sociedad, con una población activa menguante.

¿Cómo afrontaremos la situación? Espero que no sea con sueños imposibles.

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