En noviembre de 2022 nos lanzamos a una aventura laboral y humana a través de un servicio que parecía simple: cortar el pelo. Pero pronto entendimos que lo que estábamos haciendo iba mucho más allá. Atendíamos a personas mayores y dependientes en sus propios hogares, dentro del Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD), en la Comunidad de Madrid. Lo que empezó siendo un trabajo de cuidado estético, se convirtió en una herramienta de higiene, dignidad y acompañamiento.
El cuidado personal no es un lujo. Es una necesidad básica, esencial, que afecta directamente a la salud física, emocional y social de cualquier persona. Cortarse el pelo, lavarse la cabeza, sentirse limpio y cuidado forma parte del derecho a vivir con dignidad. Cuando alguien no puede salir de casa y no tiene a nadie que le ayude, servicios como el nuestro suponen mucho más que una visita profesional: son una forma de autocuidado que, por sí sola, cambia el día, la autoestima y hasta el ánimo.
En 2023 realizamos cerca de 3.000 servicios de peluquería a domicilio. En 2024, esa cifra subió un 46%, alcanzando más de 4.200. En paralelo, también crecimos en residencias y centros de día, donde la peluquería es muchas veces el único momento de contacto físico y emocional que tienen las personas mayores durante la semana.
Cuando una persona mayor sabe que la peluquera va a visitarla, ese día cambia: se levanta con ilusión, prepara un café que quizá no tomará, pero que ofrece como gesto de afecto. Son pequeños rituales que rompen con la rutina, que dan sentido a los días. Hay usuarios que no pueden salir de casa por falta de movilidad o porque no tienen ascensor. En esos casos, el sonido del claxon desde la calle basta para que reconozcan a quien les acompaña. Y con una llamada, comienzan los buenos días. Porque, como uno de nuestros usuarios repite siempre: “lo importante es tener quien te dé los buenos días”.
En estos encuentros se construyen lazos invisibles, pero poderosos. La peluquería en el SAD no solo devuelve la imagen personal, también devuelve autoestima, dignidad, identidad. Para muchos, es el único momento en el que alguien les toca con ternura, les mira a los ojos y les escucha de verdad. Es un servicio que, sin hacer ruido, combate la soledad no deseada y devuelve humanidad.
Además, como empresa, nos hemos esmerado en cumplir con toda la normativa laboral vigente. Esto incluye la prevención de riesgos laborales, el control horario, la igualdad salarial, la formación continua de nuestro equipo y, por supuesto, el cumplimiento estricto de la normativa en protección de datos. Porque entendemos que cuidar a los demás también implica hacerlo desde el compromiso profesional, legal y ético.
Por eso hoy, al saber que este servicio puede desaparecer en algunas zonas por no estar contemplado en la nueva licitación, sentimos la necesidad de levantar la voz. No desde la queja, sino desde la responsabilidad de visibilizar lo que no se ve. Lo que no entra en un pliego técnico, pero marca la diferencia. Porque detrás de cada servicio hay una historia, un rostro, una vida.
Porque cuidar también es lavar el pelo. Peinar con cariño. Cortar unas puntas. Preguntar cómo se encuentra la persona. Y recordar, con cada gesto, que su bienestar importa. Que su dignidad no puede quedar fuera de ningún contrato.
Cristina Blázquez Mínguez es gerente de Estilista a Domicilio®
Comentario de Antonio Francisco Márquez Sánchez
Hola. No sé ni qué pensar, me descuadran la vida si lo llevan a cabo. Soy discapacitado permanente absoluto gran dependiente con movilidad reducida y mi enfermedad base es agorafobia crónica.
Tengo exclusión social, no tengo a nadie en mi vida. No sólo es el servicio, que para mí es crucial al no tener contacto con ninguna persona, es lavarme el pelo antes de venir aunque lo haya hecho horas antes; es preparar la posición de la silla, poner el cepillo y recogedor pues me barre el suelo; es tener contacto porque se sabe mi vida, mis problemas, mis inquietudes y ver que no sólo las recuerda y conoce, es que me anima y no sólo por venir, es que me echo perfume.
Es que no sólo me anima con su presencia, me anima con interés emocional al conocerme; es que me corta el pelo y me pregunta si está bien y le respondo que sí sin haberme visto en el espejo, insiste en que me mire y le respondo que ya no hay solución y ni tampoco he mirado el espejo; es aconsejarme no sólo en el pelo por la estación del tiempo, es la confianza de estar en las manos sabiendo con absoluta confianza que lo que hace es por mi bien; es preguntar sobre mi vida, conociéndola.
Ni me doy cuenta de que ha pasado el tiempo y me ha cortado cejas. Todo lo que ella hace por mí no tiene valor económico, que lo tiene para ella, es el valor emocional que tiene para mí. Es que preguntó a mi auxiliar para que no se me olvide, aunque lo recuerde perfectamente por la gran importancia que supone para mí.
No puedo llegar a plantearme que desaparezca este servicio, porque para mí no es un servicio, es muchísimo más. Hay que estar en mi situación para darle el verdadero valor de lo que supone esto para mí. No puedo emocionalmente plantearme su desaparición, en mi estado... ni me lo puedo plantear.
No soy nadie, pero para mí es quitarme lo poco de humanidad que por desgracia me queda. No soy nadie, ni sé si nadie se dignará a leer las necesidades de un discapacitado permanente absoluto, gran dependiente, con exclusión social y agorafóbico crónico. Sólo puedo rogar y solicitar que no lo quiten por la importancia que tiene para mí,. No se pondrán en mi lugar, no podrían, si no, no tendría que estar agobiado con una pastilla sublingual de rescate, ni se lo plantearían.
Les vuelvo a solicitar, implorar y rogar. He sufrido mucho y sigo haciéndolo, no me hagan esto, se lo pido de todo corazón, desde lo más profundo de mi alma. No sé qué más puedo decir cuando no hay palabras para describirlo, tan sólo dolor e imposibilidad de aceptarlo.